El deseo adquiere sentido
cuando soy capaz de transformarlo en acción - Jorge Bucay
¿Cuál es tu reacción inicial cuando te
piden hacer algo que no te convence, cuando te piden salir de tu zona de
confort?
Día a día, nuestros padres, amigos,
parejas, nos piden o sugieren hacer algo que todavía no hemos hecho nunca, o
algo que nos cuesta hacer, o simplemente algo que nos provoca miedo,
desconcentración, todo un abanico de emociones sobre lo que es nuevo. Esa
emoción (protesta, desgana, motivación, etc...) es nuestra actitud ante el cambio,
y todos sabemos que esa actitud es muy difícil de sustituir, pues se ha
constituido como un hábito tras años de aprendizaje.
No sólo son los demás los que nos proponen
enfrentarnos a las situaciones nuevas, sino que nosotros mismos, ya sea
accidentalmente o persiguiendo un deseo, nos topamos con una emoción que
consideramos aversiva, desagradable, que nos impide avanzar en la dirección
deseada.
Todos podemos reaccionar de maneras muy
distintas en esas situaciones, pero generalmente, haremos una de esas tres
cosas: huir de esas situaciones, e incluso de nuestros pensamientos acerca de
ello; evitarlos, no acercarnos; o ser agresivos con nosotros mismos y/o los
demás. Son cosas que hemos hecho desde pequeños, ¿quién no se quemó con algo
caliente alguna vez? Así, aprendimos a que no debemos tocar la plancha/la
vitrocerámica/las cerillas. Sin embargo, todos buscamos de manera activa cosas
que nos son agradables: salir de fiesta, comprarnos un capricho, escuchar un
elogio. Son reacciones que inicialmente tenían una función de supervivencia,
razonar de esa manera nos ayudaba hace miles de años.
Con el tiempo, ese etiquetaje automático en
bueno/malo, y la consiguiente huida y evitación de acontecimientos externos, se
ha generalizado a nuestros propios pensamientos y emociones. Se ha convertido
en un factor que influye en nuestras decisiones, y que, junto con otros
factores (culturales, sobretodo), funciona en nuestra contra, automatizando
nuestras acciones y maneras de reaccionar a los sucesos que acontecen día a día
a nuestro alrededor.
Esto conlleva ni siquiera poder afrontar esa situación tan
desagradable, o una situación nueva, que nos produce miedo, porque huimos de
sentirnos mal. Mejor dicho, nos privamos de considerar nuestra propia reacción
o emoción ante tal evento como una decisión tomada conscientemente, nos
privamos de reaccionar de una manera distinta, porque dejamos de experimentar.
Para entenderlo mejor, quiero que recordéis
algún videojuego al que hayáis jugado. Casi todos tienen en común que podemos
guardar una partida, y si matan a nuestro héroe, o pasa algo que no
esperábamos, podemos cargar la partida y volver a jugar ese episodio, cambiando
esta vez nuestras acciones. Podemos ver qué consecuencias tendrá si realizamos
tal o cual acción (si el enemigo es más vulnerable a ataques mágicos o físicos,
o si debemos llevarnos un escudo para atacarlo, pues es bastante más fuerte que
nuestro héroe). Tenemos la “seguridad” de que podemos volver a empezar, algo
que no pasa en la vida real. Si no nos damos el permiso de sufrir sin evitar,
podemos dejar de vivir, sentir y experimentar muchos acontecimientos, tanto
externos, como internos (pensamientos, emociones, etc…)
Sin embargo, todavía existe un cuarto tipo
de respuesta, que es aceptar, recibir con los brazos abiertos cualquier cosa
que venga del exterior e interior. Permitirte sufrir, consentirte tener miedo, librarte
de controlarlo todo. Afrontar las cosas, sin caer en la trampa del control. Pienso que en el mundo existen cosas que
están bajo tu control, y cosas que no. Elegir un valor que te es importante, y
moverte en esa dirección, está bajo nuestro control. La muerte de un ser
querido, sin embargo, no lo está. Si sabes distinguir entre esos dos tipos de
eventos, la mitad del camino ya está hecha.
La clave no es tratar de controlar lo que
pasa a tu alrededor, sino saber cómo lo estás viviendo, qué función tiene en ti
tal o cual pensamiento o emoción que experimentas. A partir de ahí, podrás
cambiar el mundo entero, pero primero tienes que conocerte y gestionarte.
Podemos ser más capaces, más motivados, más competentes. Podemos movernos hacía
una meta, estando tristes, desganados y horrorizados. Pues si no salimos de nuestra zona de
confort, el aprendizaje no existirá, entonces quedaremos estancados.
Para terminar, me gustaría adjuntar un
enlace a un video que explica muy bien que es la zona de confort, que nos
ofrece atrevernos a salir de ella y cómo podemos hacerlo.
Pero... para entender algo, lo mejor es
experimentarlo, pues no es lo mismo contarlo que vivirlo, así que ¿Por qué no
empiezas por hacer algo que te aterra, que te provoca desconcierto, hoy mismo?
Elena Kunitsyna