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martes, 26 de mayo de 2015

Sobre el pensamiento positivo


El “pensar en positivo” es un hecho que viene cobrando fuerza desde la década de los 70, y podemos observarlo hoy en día en un sinfín de manifestaciones: libros de autoayuda, talleres motivacionales, redes sociales, anuncios publicitarios, la conocida “ley de la atracción” y su lema “te conviertes en lo que piensas”.


Hasta hace poco tiempo pensaba que la magia simplemente era tarea de magos, pero ¡no!, para mi sorpresa esta “magia” también ha llegado a la Psicología. Según este positivismo, no se trataría entonces de intervenir activamente en el curso de las cosas sino simplemente el hecho de cambiar los pensamientos, de tener una actitud positiva ante la vida ya te devolvería un “camino de rosas” hacia lo que deseas. Algo así como: “piensa en positivo, y siéntate a esperar”. “No te preocupes, ¡Todo va salir genial!”.



Esta excesiva presión social a favor de una actitud exageradamente “optimista” provoca que las personas al sentirnos tristes, inseguras, decepcionadas, enfadadas nos retraigamos a la hora de aceptar estas emociones, e incluso de expresarlas, quizás por miedo a ser rechazados socialmente. Con lo que estos sentimientos o pensamientos desagradables se convierten rápidamente en “un completo pack 2x1”: el sentimiento o pensamiento desagradable más la culpa añadida por sentirnos de esa forma. Y en la mayoría de los casos, es esta culpa añadida por no poder deshacernos de esos sentimientos o pensamientos molestos, lo que más perturba a la persona, a veces, incluso más que el propio sentimiento o pensamiento incómodo. 


¡Es imposible sentirse siempre alegre! La mayor parte de la psicología occidental se basa en que las personas por esencia debemos estar naturalmente contentas y bien. Convirtiendo, desde este punto de vista, el sufrimiento psicológico en algo patológico.
 
Cualquier paso hacia delante en nuestra vida supone enfrentarnos a un mínimo sufrimiento. Sin embargo, el pensamiento positivo nace del deseo de EVITAR este lado oscuro y desagradable de la vida misma. Es una fácil estrategia de evitación frente al miedo y frente a la falta de control que produce la remota idea de encontrar un “obstáculo aversivo” en nuestro camino. 

Pensar en exceso en positivo genera una tranquilidad ficticia porque origina expectativas positivas, creyendo que con estos pensamientos estamos controlando lo que va a suceder, que por supuesto “sólo puede ser bueno” .  Pero… ¿y si aparecen obstáculos inesperados, sentimientos de inseguridad, de insatisfacción, pensamientos desagradables? ¿Qué ocurre con esta tranquilidad?

¿Realmente podemos controlar todo esto? 

Nos cuesta aceptar que no controlamos nuestra mente. Pensar en lo que realmente nos importa en nuestra vida, y dirigirnos hacia ello es realmente útil. Aceptar que en este camino también habrá obstáculos es tranquilizador. 

¡Todo no tiene por qué salir genial, seguramente encontraré dificultades, pero estoy dispuesto a asumirlas, porque me llevarán a lo que realmente me importa!
   
  “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz,
sino haciendo consciente su oscuridad”
Carl Jung.

Beatriz Sánchez Cabrera