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jueves, 24 de septiembre de 2015

Taller de Psicología aplicada a las Artes Escénicas



¡Hola a todos! Nuestros compañeros de Nayade Psicólogos nos traen la segunda edición del curso “Psicología aplicada a las Artes Escénicas”. Después del éxito de la primera edición, vuelven de nuevo, con varias novedades y dando la oportunidad a aquellos que no pudieran realizarlo la vez anterior. 


Taller de psicología aplicada a las artes escénicas



¿Por qué te debe interesar este taller?
 
La  profesión de artista no es fácil, y conlleva muchas consecuencias a nivel personal, ya que  exige meterte en la piel del personaje que tienes que interpretar a pesar de cómo te encuentres en ese momento. Debido a esto, Nayade Psicólogos ha creado un taller adaptado y totalmente práctico donde se trabajarán fundamentalmente dos necesidades que existen en dicha profesión: cómo sobrellevar la profesión de artista, al ser una profesión totalmente vocacional, es importante saber compaginar nuestras emociones con las del personaje así como todas las barreras que encontramos a nivel personal.

     Trabajaremos todos aquellos eventos internos que hacen que no estemos donde queremos estar, así como el anclaje al momento presente a la hora de actuar o en el proceso creativo, ya que es imprescindible para que des el 100% de ti haciendo lo que más te importa.

¿Qué técnicas se usarán?

Las técnicas que se usarán estarán basadas en la corriente de tercera generación de psicología, entre las cuales se encuentran: desliteralización, mindfulness o atención plena, defusión, etc. Además, el taller será totalmente práctico, lo que favorecerá un mejor aprendizaje de las técnicas usadas.

Para inscribirse al taller, sólo tenéis que escribir un correo a: info@nayadepsicologos.com con vuestro nombre, apellidos y teléfono de contacto.

Lugar: Edificio “The Green Ray” o “El Rayo Verde”, Ampliación de la Universidad de Málaga (última parada del metro: A-Tech) Av. Louis Pasteur, 42, 29010 Málaga
Fecha: 30 septiembre
Hora: 17:00 – 20:30
Precio: 10 €

jueves, 17 de septiembre de 2015

Tópicos sobre la psicología que todo el mundo cree (II)

¡Hola a todos!

Hace un par de semanas publiqué el primero de una serie de artículos sobre tópicos relativos a la psicología que crean una imagen distorsionada e irreal sobre nuestro trabajo y no sólo nos perjudican a nosotros, sino a personas que podrían beneficiarse mucho con nuestra labor y que por desconocimiento, desinformación o vergüenza, no buscan asesoramiento. Continuemos pues con un par más de tópicos sobre la psicología:

“¿Eres psicólogo? Oye, no me estarás psicoanalizando, ¿no?”

Me hace mucha gracia cuando me dicen esto, y es que hay aún muchas personas que piensan que los psicólogos nos pasamos el día en modo Terminator, analizando cada gesto y cada palabra que dicen para extraer datos sobre su personalidad. Cada vez que me dicen esto, me vienen a la cabeza tres respuestas:

·         Respuesta corta: No.
·         Respuesta larga: Puedo deducir que no tienes ni idea de cuál es la labor de un psicólogo, y no hace falta analizar nada para llegar hasta ahí.
·         Respuesta que suelo usar para capear la situación: Si no me pagas, no.


 Sólo con mirarte unos minutos puedo conocer tu nivel de ansiedad, leerte el pensamiento 
y averiguar cuál es tu comida favorita. ¡La psicología me da superpoderes!

Para empezar, la psicología y el psicoanálisis son dos disciplinas diferentes, que parten de supuestos teóricos distintos y que no utilizan los mismos procedimientos en consulta, por lo que no son comparables ni mucho menos equiparables. Por otro lado, nuestro trabajo no es analizar a la persona que tenemos delante ni sacar conclusiones al azar (y sin contrastar) sobre su forma de ser basándonos en datos parciales y aislados que podamos observar en consulta: nuestra labor es examinar, en trabajo conjunto con el cliente, qué es lo que está causando que sus problemas se mantengan en el tiempo y qué alternativas puede tomar para llevar una vida más acorde con aquella que le gustaría. 

Dicho de otro modo, la terapia es un trabajo colaborativo cuyo objetivo es que el cliente tome conciencia de qué es lo que está fallando y decida qué medidas tomar para cambiarlo. Y si notamos algo peculiar en el lenguaje corporal, gestos, etc. del cliente, no nos ponemos a sacar conclusiones sin contrastar: simplemente, si creemos que es relevante para con el problema en cuestión, lo ponemos de manifiesto y se habla sobre ello. Sin misterios ni subterfugios.

 Y otro apunte: tampoco es cierto que el psicoanálisis se reduzca a penes y vaginas. 
Por muy salido que estuviera Freud.

“¿Psicología? Yo no creo en eso”

Hay muchas personas que colocan a la psicología al mismo nivel que la homeopatía u otras pseudociencias, afirmando que son cosas de “charlatanes” y “vendehumos” y que “ir al psicólogo” no sirve de nada. No obstante, las leyes de la conducta no se parecen en nada a los principios homeopáticos y, al contrario que éstos, tienen más que ver, por ejemplo, con la ley de la gravedad: siguen estando y funcionando igual independientemente de lo que creamos al respecto.

- Yo no creo que la ley de la gravedad sea cierta.
- Pues el barrigazo lo vas a pegar igual. 

Hay muchísima ciencia e innumerables estudios que respaldan las leyes básicas de la conducta animal y humana: aquellas conductas que tienen una consecuencia agradable (o la desaparición de algo desagradable) tienen mayor probabilidad de repetirse en el futuro, mientras que aquellas con consecuencias desagradables (o que nos hacen perder algo agradable) tienen menos posibilidades de repetirse. Bien es cierto que la conducta humana es mucho más compleja, pero estos procesos básicos subyacen a todo nuestro comportamiento, creamos en ello o no. Ningún ser humano está exento de las leyes de la conducta, ya que es ésa la manera en la que funcionamos.

 Nadie escapa a las leyes de la conducta. Ni a las de la termodinámica.

Hasta aquí el post de hoy. Próximamente iré desgranando más mitos (que los hay), ya que la cosa tiene miga. Como siempre, para cualquier cosa tenéis la sección de comentarios.

¡Un saludo!

Jorge Reina 

Artículo escrito por nuestro compañero Jorge Reina, psicoterapeuta y formador especialista en Inteligencia Emocional, Terapia de Aceptación y Compromiso, y Asesoramiento a personas y organizaciones.

lunes, 31 de agosto de 2015

Tópicos sobre la psicología que todo el mundo cree (I)


¡Hola a todos!

Como psicólogo que soy, mi objetivo como profesional es lograr la máxima satisfacción de mis clientes, proporcionándoles herramientas para superar aquellos problemas que no han podido salvar por las razones que sea y ayudándoles a que puedan desarrollar una vida que merezca la pena, encaminada a lograr aquello que es importante para ellos: ser buenos profesionales, buenos padres para sus hijos, buenos amigos para sus amigos, etc. En definitiva, que puedan vivir de acuerdo con aquello que valoran y se dirijan hacia lo que realmente da sentido a su vida.

 ¿Que tu meta en la vida es batir el record mundial de comer perritos calientes?
 ¡Pues vamos a ello!


No obstante, existen en esta sociedad muchos mitos y malentendidos con respecto a nuestra profesión y a lo que hacemos, lo que da lugar a que tengamos que escuchar, de boca de muchas personas (más de lo que os podáis imaginar), frases que van desde lo absurdo hasta lo simple y llanamente insultante. Las que presento a continuación (y sus respectivas variantes) son sólo un par de ejemplos (me reservo algunos otros para un artículo posterior).

“¿Ir al psicólogo?” ¿Para qué? Yo no estoy loco”

Existe un estigma social muy grande con respecto a acudir a un psicólogo: si lo haces, es porque estás loco, tienes un trauma muy gordo o se te va la olla. De hecho, no es infrecuente escuchar alguna que otra conversación de este estilo:

·         Tío, últimamente estoy que no levanto cabeza, desde que lo dejé con Fulanita no sé qué hacer con mi vida.
·         Eso suena regular. ¿Te has planteado ir a un psicólogo?
·         ¿A un psicólogo? ¿Qué dices? ¡Ni que yo estuviera loco o algo!

 Cliente típico de un psicólogo, según la sociedad.

Hasta ahí nada raro, ¿verdad? Cambiemos un poco el contexto:

·         Tío, hace unos días me salió una erupción rara en el brazo, tengo la piel roja y me pica mucho.
·         Eso suena regular. ¿Te has planteado ir a un dermatólogo?
·         ¿A un dermatólogo? ¿Qué dices? ¡Ni que tuviera un cáncer de piel!

 ¡Uy lo que ha dicho!

Ya no suena tan lógico, ¿verdad? A nadie se le ocurre decir algo así cuando se habla de cualquier otro profesional de la salud, pero sigue existiendo la creencia generalizada de que acudir al psicólogo es “cosa de locos”, y se sigue mirando raro a aquella persona que dice abiertamente que ha acudido a uno en busca de ayuda; todos estos factores contribuyen a que muchas personas con problemas de muy diversa índole no acudan en busca de ayuda profesional, perdiendo así la oportunidad no sólo de superar los problemas concretos que tengan en ese momento, sino de ser más capaces para superar aquellos que se les presenten en un futuro y llevar una vida que les llene.

Pero nada: que si vas al psicólogo estás loco y punto. 

“Para ir a contarle mis penas al psicólogo se las cuento a un amigo”

Otro mito muy extendido es que una sesión de psicología es como un café con un amigo: llegas, le cuentas qué te ocurre, te escucha, te da consejos para solucionar tu situación y hasta la próxima. Si vais a una sesión de psicología con la idea de que será algo de ese estilo… os recomendaría tomaros un café con un amigo. Os saldrá más barato.

 A menos que el susodicho amigo tenga gustos muy caros, por supuesto.

Un psicólogo no os va a dar consejos (ni va a deciros lo que deberíais hacer, porque esa decisión os corresponde únicamente a vosotros), ni va a daros una visión equivalente a la que os pueda dar un amigo; por explicarlo a grandes rasgos, va a examinar y a indagar aquello que le estáis contando, y va a ayudaros a tomar conciencia sobre:

·         Los factores que causan el problema, es decir, aquello que ocurre justo antes de que se desencadene el problema (por ejemplo, con una persona muy tímida, el hecho de encontrarse en un lugar con muchas personas)

·         Los pensamientos y sentimientos asociados a esas causas (en el caso anterior, algunos ejemplos podrían ser: “voy a hacer el ridículo”, “estoy nervioso”, “me va a dar algo”, etc.)

·         Qué factores están haciendo que se mantenga el problema, qué consecuencias tiene nuestra forma de actuar cuando aparece el problema y qué causa que sigamos respondiendo así (en el caso anterior, por ejemplo, la persona podría irse del lugar, lo que a corto plazo calmaría su ansiedad, pero a largo plazo deterioraría sus relaciones sociales y causaría problemas aún mayores). Ésta es la parte fundamental en la que trabaja un psicólogo: entrenando con el cliente para que consiga actuar de manera diferente cuando se presente la situación problemática (por ejemplo, quedándose en el lugar y hablando con alguna persona aun sintiendo ansiedad y teniendo pensamientos molestos, para conseguir tener mejores relaciones con los demás).

 Ahora la labor del psicólogo no parece tan simple, ¿verdad?

Como podéis ver, la labor de un psicólogo no tiene nada que ver con la de un amigo al que le contáis un problema; son personas distintas, en contextos diferentes y con funciones que no tienen nada que ver. Si queréis dar un cambio a vuestra vida y, como todo ser humano en un momento u otro de su vida, necesitáis ayuda con ello, un psicólogo puede seros muy útil; si lo que queréis es consejo o desahogaros, repito, un amigo os va a ir mucho mejor y os saldrá más barato.

Hasta aquí el post de hoy. En el próximo expondré algunas otras frases que ponen de manifiesto el desconocimiento general de la población sobre el trabajo de los psicólogos, lo que a su vez provoca que muchas personas que podrían beneficiarse mucho de nuestros servicios opten por no hacerlo, ya sea por desinformación o por el estigma social existente. Espero que os haya gustado y os haya resultado esclarecedor.

¡Un saludo!
Jorge Reina 

Artículo escrito por nuestro compañero Jorge Reina, psicoterapeuta y formador especialista en Inteligencia Emocional, Terapia de Aceptación y Compromiso, y Asesoramiento a personas y organizaciones.

lunes, 29 de junio de 2015

El minuto de oro



España es el segundo país donde más psicofármacos se consumen: antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos,… ¿Qué nos ocurre? ¿Tan horrible es nuestra vida para tener que drogarnos? En nuestra sociedad cada vez más competitiva nos exigimos cada vez más: afrontar una pérdida sin llorar, hablar en público sin temblar, dormirnos en seguida y descansar, rendir en el trabajo y educar a los hijos sin flaquear. Ya no disfrutamos de un amanecer porque nos pilla en el atasco mañanero, ya no saboreamos los alimentos puesto que tenemos sólo diez minutos para comer y salir pitando, ya no conversamos entre nosotros porque es más importante cotillear las redes sociales,…Quizás nos estemos deshumanizando, quizás se desarrolle alrededor de nosotros mil maravillas que no sabemos ver. Intentamos estar en todo y sólo conseguimos no estar en nada. Mientras los días pasan y pasan sin darnos cuenta. 

El minuto de oro


¿Y si nos comprometemos en saborear tan sólo un minuto de nuestra vida cada día? Un día tiene exactamente, salvo excepciones, 1140 minutos. Resulta razonable dedicar únicamente un minuto para nosotros, como si de una receta médica se tratara, con la ventaja de no tener efectos secundarios adversos y ser totalmente GRATIS. ¿Pero a qué vamos a dedicar ese precioso minuto? Vamos a seguir las siguientes indicaciones. Elige primero un momento del día, puede ser por la mañana antes de ir al trabajo, por la tarde al llegar, preferiblemente cuando no haya mucho ruido ni nada que te pueda distraer. Instálate cómodamente en una silla, sin cruzar las piernas y colocando tus manos sobre ellas. Es importante que no te apriete la ropa, el reloj o cualquier cosa que te moleste. Pues bien una vez en posición cierra los ojos y no hagas absolutamente nada, únicamente estar presente, aquí y ahora. Es así de fácil.  

No hay manera de hacerlo bien o mal, no se busca una experiencia perfecta, sólo hacerlo y vivir el momento tal y como es. Con esto ya estarás practicando Mindfulness (atención plena). Para facilitar la tarea durante ese minuto puedes centrar toda tu atención en tu respiración, sin ejercer control sobre ella, simplemente observar cómo ocurre de forma automática. En el momento que tu mente se disperse, vuelve tranquilamente de forma activa a tu meta atencional, a tu respiración. Puedes hacer exactamente lo mismo con cualquier cosa: externa como observar una vela o interna como sentir cada parte de tu cuerpo, denominado body scan. Puedes también, por qué no, sentir y atender plenamente un dolor físico, como puede ser la dismenorrea (dolor menstrual). 

Cualquier persona independientemente de la edad, sexo, raza o religión puede practicar Mindfulness. Aunque puede producir cierto rechazo al principio, podemos vivirla como una pérdida de tiempo, aburrirnos o sentir que no sirve para nada, puesto que no es un modo de escapar del dolor. Al contrario abandonamos la idea de sentirnos mejor mediante la aceptación y la compasión creando un espacio sin juicios en donde el propio dolor tiene cabida para expresarse. La única instrucción presente en la práctica de Mindfulness es: “Aparezca lo que aparezca en la mente, simplemente obsérvalo”. 

Cuando lo pongamos en práctica pueden surgirnos ciertas dudas. Puede producirnos somnolencia o incluso dormirnos. Aunque no esté directamente buscado, la Mindfulness produce un efecto secundario de relajación que puede adormecernos, por lo que se desaconseja practicarla en horas críticas como es después del almuerzo o antes de acostarse por la noche. Si a pesar de estas recomendaciones seguimos sistemáticamente con sueño, habrá que averiguar si descansamos adecuadamente por la noche ya que, lo que se busca con Mindfulness es atención activa y alerta. Por otro lado es frecuente, sobre todo en principiantes la aparición de mareos. Ocurre al no estar acostumbrados a prestar atención a la respiración y tratar de controlarla volviéndola más superficial, tomando más aire del que necesitamos. Esto se resuelve con la práctica enseñándonos a no intervenir, únicamente observar cómo ésta ocurre de forma natural. 

¿Con un minuto al día es suficiente? Esto es como un músculo, mientras más lo trabajes más se desarrollará. Pronto verás que tu cuerpo te pide dos minutos varias veces al día y con el tiempo y entrenamiento podrás estar hasta una hora seguida. ¿Y para qué esforzarme a practicar esto? Próximamente desvelaremos los efectos beneficiosos de la Mindfulness avalados científicamente. 

Cada minuto es un regalo,

No puedes impedir que forme parte del pasado,

Pero puedes aprender a saborearlo.

Nuria Azuaga 

viernes, 19 de junio de 2015

Recursos para opositores

Nuestros compañeros de Nayade Psicólogos nos traen este interesante curso para opositores, sabemos que el camino de la oposición es largo y que se necesita mucha dedicación para acceder a ese puesto de trabajo que tanto deseas. Conseguirlo depende, en gran parte, de tu nivel de preparación, tu capacidad de esfuerzo y constancia. Por ello, te ofrecemos el taller de recursos para opositores en el que nuestro principales objetivos van a ser, por un lado, ayudarte a centrarte en lo que estás haciendo al 100% sin que pensamientos o sentimientos molestos te distraigan y, por otro, poner a tu disposición y enseñarte a utilizar diferentes recursos, técnicas y estrategias para que así puedas dar lo mejor de ti mismo/a, dando como resultado que tu rendimiento crezca exponencialmente. En definitiva, completar el temario para tus oposiciones interviniendo en otros aspectos más allá de la teoría.

Con este curso sacaremos lo mejor de nosotros mismos para poder afrontar las oposiciones y rendir más. ¿Te lo piensas perder?


martes, 26 de mayo de 2015

Sobre el pensamiento positivo


El “pensar en positivo” es un hecho que viene cobrando fuerza desde la década de los 70, y podemos observarlo hoy en día en un sinfín de manifestaciones: libros de autoayuda, talleres motivacionales, redes sociales, anuncios publicitarios, la conocida “ley de la atracción” y su lema “te conviertes en lo que piensas”.


Hasta hace poco tiempo pensaba que la magia simplemente era tarea de magos, pero ¡no!, para mi sorpresa esta “magia” también ha llegado a la Psicología. Según este positivismo, no se trataría entonces de intervenir activamente en el curso de las cosas sino simplemente el hecho de cambiar los pensamientos, de tener una actitud positiva ante la vida ya te devolvería un “camino de rosas” hacia lo que deseas. Algo así como: “piensa en positivo, y siéntate a esperar”. “No te preocupes, ¡Todo va salir genial!”.



Esta excesiva presión social a favor de una actitud exageradamente “optimista” provoca que las personas al sentirnos tristes, inseguras, decepcionadas, enfadadas nos retraigamos a la hora de aceptar estas emociones, e incluso de expresarlas, quizás por miedo a ser rechazados socialmente. Con lo que estos sentimientos o pensamientos desagradables se convierten rápidamente en “un completo pack 2x1”: el sentimiento o pensamiento desagradable más la culpa añadida por sentirnos de esa forma. Y en la mayoría de los casos, es esta culpa añadida por no poder deshacernos de esos sentimientos o pensamientos molestos, lo que más perturba a la persona, a veces, incluso más que el propio sentimiento o pensamiento incómodo. 


¡Es imposible sentirse siempre alegre! La mayor parte de la psicología occidental se basa en que las personas por esencia debemos estar naturalmente contentas y bien. Convirtiendo, desde este punto de vista, el sufrimiento psicológico en algo patológico.
 
Cualquier paso hacia delante en nuestra vida supone enfrentarnos a un mínimo sufrimiento. Sin embargo, el pensamiento positivo nace del deseo de EVITAR este lado oscuro y desagradable de la vida misma. Es una fácil estrategia de evitación frente al miedo y frente a la falta de control que produce la remota idea de encontrar un “obstáculo aversivo” en nuestro camino. 

Pensar en exceso en positivo genera una tranquilidad ficticia porque origina expectativas positivas, creyendo que con estos pensamientos estamos controlando lo que va a suceder, que por supuesto “sólo puede ser bueno” .  Pero… ¿y si aparecen obstáculos inesperados, sentimientos de inseguridad, de insatisfacción, pensamientos desagradables? ¿Qué ocurre con esta tranquilidad?

¿Realmente podemos controlar todo esto? 

Nos cuesta aceptar que no controlamos nuestra mente. Pensar en lo que realmente nos importa en nuestra vida, y dirigirnos hacia ello es realmente útil. Aceptar que en este camino también habrá obstáculos es tranquilizador. 

¡Todo no tiene por qué salir genial, seguramente encontraré dificultades, pero estoy dispuesto a asumirlas, porque me llevarán a lo que realmente me importa!
   
  “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz,
sino haciendo consciente su oscuridad”
Carl Jung.

Beatriz Sánchez Cabrera

viernes, 22 de mayo de 2015

Implipadres en el Diario Sur :)

El pasado viernes se celebró la cuarta sesión mensual del Club de Infancia y Empresa, allí nuestro compañero de la AECSB Daniel Moscoso estuvo representando los servicios de Implipadres (Escuela de Padres) que llevan a cabo desde Nayade Psicólogos. Ayer, Daniel apareció en el Diario Sur, os dejamos el recorte del periódico con la noticia.‬ Nos alegra saber que fue una jornada fructífera y que supuso un rico intercambio de conocimientos entre todos los presentes.

viernes, 8 de mayo de 2015

Psicología aplicada a las artes escénicas

Os presentamos un taller totalmente GRATUITO gracias a nuestros compañeros de Nayade Psicólogos: Psicología Aplicada a las Artes Escénicas. El día 4 de junio, de 16:30 a 20:30 podrás disfrutar de este estupendo taller.
 
Por ahora, os podemos decir que...
 


 
Es un taller 100% práctico con el que te ayudamos a: ahondar en la emoción del rol que desees, sentirte en la piel del personaje que tú quieras (sin que afecte a tu vida y estado de ánimo personal).

Las técnicas que usaremos son totalmente innovadoras, pues están basadas en la última generación de psicología: ATENCIÓN PLENA - MINDFULNESS, FISICALIZACIÓN DE EMOCIONES, DEFUSIÓN… técnicas muy validadas empíricamente y con resultados excepcionales.

Con este taller, aprenderás a poner toda tu persona en el momento presente, mostrando y sintiendo lo que quieres en cada momento. Ahora que ya sabes a lo que vienes, ¿te atreves a probar? Inscríbete en info@nayadepsicologos.com ¡Te esperamos!

viernes, 1 de mayo de 2015

Entrevista a nuestra compañera Catalina :)

Nos enorgullece saber que nuestra compañera Catalina Day, psicóloga con formación en terapias de tercera generación, ha sido entrevistada por los medios de Mijas, gracias a su intervención en el taller sobre ansiedad ofrecido por la Asociación de Vecinos Doña Ermita. El recorte pertenece a la página 11 del periódico "Mijas Semanal", os dejamos también el enlace a la revista: Mijas Semanal.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Mitos sobre la Inteligencia Emocional (1)


Dado que la Inteligencia Emocional es mi campo de especialidad dentro de la Psicología, me parece apropiado comenzar mi andadura en este blog escribiendo sobre ello; no obstante, en lugar de escribir el típico texto introductorio a la materia, pensé que sería más productivo (y entretenido, para qué negarlo) hablar sobre algunos de los mitos más comunes al respecto, ya que los errores y las confusiones sobre qué es un manejo inteligente de las emociones son alarmantemente frecuentes.

Empecemos por el principio; la inteligencia emocional, según el modelo de Mayer y Salovey, podría definirse brevemente como la habilidad para percibir, expresar, comprender, utilizar y regular nuestras emociones y las de los demás de forma efectiva. Existen otros modelos de inteligencia emocional, pero cito éste por ser el que tiene mayor cantidad de evidencia empírica y datos que lo respalden.


Además, por esa época Salovey gastaba un bigotazo épico a lo Groucho que daba todo el buen rollo. ¿Mejor?

Visto así, parece sencillo, ¿verdad? Pues no lo es tanto; de hecho, existe una gran cantidad de mitos sobre la inteligencia emocional, y a continuación trataré de desmontarlos a la vez que profundizo un poco más en este concepto.

Hay emociones positivas y negativas

Pensar que hay emociones “buenas” y “malas” y que hay que buscar siempre las primeras mientras evitamos las segundas es un error muy común; las etiquetas “positivas” y “negativas” causan mucha confusión al respecto, por lo que yo veo más práctico y acertado llamarlas “agradables” y “desagradables”

Si bien es más placentero experimentar unas emociones que otras, todas ellas son útiles y nos proporcionan información que nos ayuda a sobrevivir; por poner un ejemplo, si nuestros antepasados no hubiesen sentido miedo ante posibles depredadores peligrosos, en lugar de huir de ellos y sobrevivir para perpetuar la especie habrían acabado sirviendo como un rico aperitivo para una manada de tigres.


¿Qué quiero decir con esto? Que, por muy desagradables que sean algunas de ellas, debemos estar abiertos a experimentar todas las emociones y escuchar lo que nos quieren decir, ya que ello nos ayudará a tomar decisiones adecuadas.

Si reprimo mis emociones, se irán

Tal y como comentaba más arriba, las emociones nos proporcionan información sobre nuestro entorno y, cuando aparecen, se hace necesario escuchar, comprender y tener en cuenta dicha información para tomar las medidas precisas; lo malo viene cuando intentamos reprimirlas para no experimentar las sensaciones desagradables asociadas a algunas de ellas, ya que las emociones son como el típico vecino pesado que pega en tu puerta para pedirte sal… solo que no se aburre tras pegar un rato y se va. Sigue pegando en la puerta una y otra y otra vez, incansablemente y cada vez más fuerte. Lo mejor es abrirle y, dependiendo de lo que quieras, darle la sal o no. Pero ignorarlo no es la solución, ya que seguirá llamando hasta que abras.


O directamente estrellará un coche contra el muro.
 
Con las emociones ocurre lo mismo; lo más adecuado es escuchar lo que nos quieren decir y hacer lo que estimemos oportuno con esa información, pero si intentamos reprimirlas seguirán ahí, llenando nuestra mente de ruido e incomodidad, impidiéndonos seguir con nuestra vida con normalidad y convirtiéndose en un enemigo cuando, bien gestionadas, podrían ser un poderoso aliado.

Llorar es de débiles; cuando estoy triste, lo mejor es distraerme y no pensar en ello

Un mito derivado de las normas culturales que nos han inculcado desde pequeños (sobre todo a los hombres): llorar es de débiles y es inaceptable. Y ser mujer tampoco te libra de los estereotipos asociados a la tristeza, ya que si bien no se ve tan mal que una mujer llore, el primer impulso de muchas personas al verse en una situación así es conseguir que la persona deje de llorar a toda costa.

Aclaremos unas cuantas cosas; por un lado, llorar supone un alivio brutal. Es como descargar todo aquello que te atenaza en ese momento y sentirte liberado de ello. Además, tras este desahogo, la tristeza nos predispone a la reflexión, a examinar los recursos que tenemos para seguir adelante tras el evento que provocó esta emoción (normalmente una pérdida, ya sea una defunción, una separación, ser despedido del puesto de trabajo, etc.). Otra ventaja es que la expresión de la tristeza provoca que los demás vengan a apoyarnos; lo malo de esto es que nos empeñamos en que la persona deje de llorar y se distraiga. No, amigos, no. Dejemos a la persona desahogarse y procesar esa emoción a su ritmo, y estemos ahí para ayudarla a levantarse de nuevo tras este proceso.

Dawson también necesita desahogarse. Aunque no sé si es por tristeza o por estreñimiento. 
Pero algo tiene que soltar.

Por otro lado y, en contra de la creencia enraizada desde hace tanto tiempo de que llorar es un signo de debilidad, yo abogo precisamente por lo contrario: estar abierto a sentir una emoción tan desagradable como la tristeza con todas las consecuencias es, en opinión del que suscribe, una muestra de fuerza mayor que dejar la tristeza a un lado, no estar dispuesto a experimentarla y pretender parecer “fuertes” ante los demás, por no hablar de lo dañino que esto resulta; como mencionaba más arriba, las emociones vienen y van… a menos que no quieras tenerlas. En ese caso, no dejarán de pegar a tu puerta, cada vez con más fuerza. Por lo tanto llorar, aparte de ser en muchas ocasiones una muestra de valentía, es BUENO. No lo olvidemos.

Y hasta aquí la ración de mitos sobre inteligencia emocional. Próximamente, más.

¡Saludos! 
 Jorge Reina López

miércoles, 25 de febrero de 2015

Mindfulness

Probablemente hayáis oído esta palabra ya sea en ofertas de talleres psicológicos o en los medios de comunicación. A pesar de estar muy de moda en la actualidad, esta práctica no es nueva. Más bien se han redescubierto sus beneficios gracias a numerosos estudios científicos, corroborando su aplicación milenaria en la cultura budista. Su valor terapéutico es evidente, mostrando eficacia en el tratamiento de la depresión, trastornos de la personalidad, trastornos alimentarios, ansiedad generalizada, violencia, problemas de pareja entre muchos otros. 

No sólo es favorable para aspectos más puramente psicológicos como el control del estrés, sino que ha mostrado mejorar la recuperación en patologías físicas como dolor, cáncer o trasplante de órganos. Debida a su efectividad, muchas técnicas terapéuticas actuales la incluyen como elemento central. A nivel educativo representa una técnica complementaria muy interesante para mejorar la atención y concentración de los niños, aunque todavía faltan datos concluyentes que la avalen en este ámbito.

Ahora bien, ya sabemos los efectos que tiene pero desconocemos lo que es. La primera dificultad es el carecer de un término castellano para definir correctamente Mindfulness. Se puede confundir con la meditación, si bien coincidan en ciertos aspectos no son equivalentes, siendo el concepto de meditación más vago y difuso. Aunque no refleje todos los matices, la traducción más aceptada ha sido atención plena o conciencia plena. Parece muy complicado a simple vista, no obstante, lo más seguro es que todos lo hayamos experimentado en numerosas ocasiones en nuestra vida cotidiana. Cuando escuchamos nuestra canción preferida, sin hacer más nada sólo disfrutar del ritmo, de la letra y se nos eriza los vellos de la emoción. Cuando nos dan un beso apasionado y sólo existe esa persona y más nada alrededor, con la sensación de que se ha parado el tiempo. Cuando nos permitimos comer una onza de chocolate estando a dieta, la olemos, la saboreamos y la dejamos que se derrita en la boca, sin hacer más nada que eso. En definitiva, cuando estamos siendo conscientes de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando Mindfulness. 


Lo que ocurre es que habitualmente nuestra mente esta vagando sin orientación de una imagen a otra, de un pensamiento a otro. Sólo basta con cerrar los ojos durante dos minutos y prestar atención a nuestros pensamientos. Veremos cómo nuestra mente no para de hablar como si de una radio se tratará. De hecho resulta sumamente fácil dejarnos llevar por esta voz convirtiéndose en rumiaciones y preocupaciones, afectando gravemente a nuestro rendimiento en el trabajo o impidiéndonos dormir. Intentar escapar de nuestros pensamientos resulta imposible y puede desembocar en conductas impulsivas como consumo excesivo de alcohol o drogas, atracones, agresividad hacia los demás, etc. con el fin de reducir el malestar.

En este sentido, Mindfulness no se refiere a dejar la mente en blanco, ni siquiera controlar las emociones, tampoco estar tranquilos. Se trata de ser conscientes de lo que pensamos, sentimos y hacemos, aceptando lo que nos ocurre sin intentar controlarlo. Aunque resulte paradójico, consiste en no hacer absolutamente nada, únicamente estar aquí y ahora, sin interpretar, juzgar o valorar. Cuidado, no implica dejarse llevar por las circunstancias, sino prestar atención de manera intencional con observación participante implicando profundamente mente y cuerpo en la experiencia, eligiendo de forma activa en qué implicarse, sobre qué actuar, mirar o centrarse.

¿Cómo practicar Mindfulness? Se puede hacer de dos formas: de manera informal con tareas de la vida diaria (escuchar música, comer, lavarse los dientes, pasear, estudiar,…) o de manera formal implicando un entrenamiento diario continuo con ejercicios específicos. La técnica más utilizada, sobre todo al principio, consiste en centrar la atención en la respiración, siguiendo el ritmo de inspiración-espiración, sentir el aire que entra y sale de los pulmones. Cuando la mente se aparta del objetivo volvemos suavemente a dirigir la atención a la respiración.

La concentración de la atención momento a momento implica un esfuerzo considerable al principio (persistir a pesar de las intrusiones de pensamientos y emociones distractoras). No obstante, con el tiempo se va convirtiendo en un hábito automático que no requiere apenas esfuerzo. El equipo de Sara Lazar (2005) del Hospital General de Massachusetts demostró cambios estructurales en el cerebro con la práctica de Mindfulness. El único inconveniente es la constancia y disciplina que requiere esta práctica, pero los beneficios son enormes al prepararnos para afrontar cualquier adversidad.

Sólo cuando la mente se encuentra abierta y receptiva puede producirse el aprendizaje, la visión y el cambio. (Jon Kabat-Zinn)
Nuria Azuaga