El “pensar en positivo” es un hecho que viene
cobrando fuerza desde la década de los 70, y podemos observarlo hoy en día en
un sinfín de manifestaciones: libros de autoayuda, talleres motivacionales,
redes sociales, anuncios publicitarios, la conocida “ley de la atracción” y su
lema “te conviertes en lo que piensas”.
Hasta hace poco tiempo pensaba que la magia
simplemente era tarea de magos, pero ¡no!, para mi sorpresa esta “magia” también
ha llegado a la Psicología. Según este positivismo, no se trataría entonces de
intervenir activamente en el curso de las cosas sino simplemente el hecho de
cambiar los pensamientos, de tener una actitud positiva ante la vida ya te
devolvería un “camino de rosas” hacia lo que deseas. Algo así como: “piensa en
positivo, y siéntate a esperar”. “No te preocupes, ¡Todo va salir genial!”.
Esta excesiva presión social a favor de una
actitud exageradamente “optimista” provoca que las personas al sentirnos
tristes, inseguras, decepcionadas, enfadadas nos retraigamos a la hora de
aceptar estas emociones, e incluso de expresarlas, quizás por miedo a ser
rechazados socialmente. Con lo que estos sentimientos o pensamientos
desagradables se convierten rápidamente en “un completo pack 2x1”: el
sentimiento o pensamiento desagradable más la culpa añadida por sentirnos de
esa forma. Y en la mayoría de los casos, es esta culpa añadida por no poder
deshacernos de esos sentimientos o pensamientos molestos, lo que más perturba a
la persona, a veces, incluso más que el propio sentimiento o pensamiento
incómodo.
¡Es imposible sentirse siempre alegre! La mayor
parte de la psicología occidental se basa en que las personas por esencia
debemos estar naturalmente contentas y bien. Convirtiendo, desde este punto de
vista, el sufrimiento psicológico en algo patológico.
Cualquier paso hacia delante en nuestra vida
supone enfrentarnos a un mínimo sufrimiento. Sin embargo, el pensamiento
positivo nace del deseo de EVITAR este lado oscuro y desagradable de la vida
misma. Es una fácil estrategia de evitación frente al miedo y frente a la falta
de control que produce la remota idea de encontrar un “obstáculo aversivo” en
nuestro camino.
Pensar en exceso en positivo genera una
tranquilidad ficticia porque origina expectativas positivas, creyendo que con
estos pensamientos estamos controlando lo que va a suceder, que por supuesto
“sólo puede ser bueno” . Pero… ¿y si
aparecen obstáculos inesperados, sentimientos de inseguridad, de
insatisfacción, pensamientos desagradables? ¿Qué ocurre con esta tranquilidad?
¿Realmente podemos controlar todo esto?
Nos cuesta aceptar que no controlamos nuestra
mente. Pensar en lo que realmente nos importa en nuestra vida, y dirigirnos hacia
ello es realmente útil. Aceptar que en este camino también habrá obstáculos es
tranquilizador.
¡Todo no tiene por qué salir genial, seguramente
encontraré dificultades, pero estoy dispuesto a asumirlas, porque me llevarán a
lo que realmente me importa!
“Nadie se ilumina fantaseando figuras de
luz,
sino
haciendo consciente su oscuridad”
Carl
Jung.
Beatriz Sánchez Cabrera