A lo largo del tiempo han sido
numerosas las personas que han intentado dar una definición de lo que hoy día
conocemos por amor, pero ¿sabemos realmente lo que es?
Muchos aseguran que es aquello
por lo que se mueven mundos, se escriben poemas, se gastan fortunas...
Aquél por el cual la gente miente, mata,
se mata, engaña... Aquello que nos hace ganarlo o perderlo todo, incluso las
ganas de levantarnos por la mañana. Pero
¿qué diríamos si todo eso se limitará a una simple reacción química? Gracias a
los conocimientos disponibles a día de hoy, podemos afirmar que el amor se
encuentra dentro las múltiples respuestas fisiológicas del ser humano.
Una pregunta clave es ¿por qué
sentimos amor? o mejor dicho ¿por qué solo sentimos amor por una determinada
persona y no por más? Cuestión complicada que puede ser respondida si nos
remontamos a tiempos de antaño: la atracción por el sexo opuesto es
principalmente física. Si hablamos del género, la mujer buscaba un hombre que
cumpliera todos los requisitos para posteriormente tener una buena descendencia,
además de requerir el apoyo y el cuidado tanto para ellas como para sus hijos.
Los hombres, por el contrario, escogían a aquellas mujeres por las cuales se
sentían atraídos visualmente, siendo estas capaces de cumplir sus necesidades y
así tener una gran variabilidad en su descendencia para asegurar el crecimiento
de la especie. En ésta última línea encontraríamos la explicación al porqué del
mayor porcentaje de infidelidades en hombres que en mujeres.
Otra cuestión básica es ¿cómo
surge el amor? Pues bien, cuando vemos a “esa persona” numerosas partes de
nuestro cerebro se activan, en especial un área llamado tegmental vental, cuya
función es producir dopamina. Cuando nos enamoramos perdidamente aumentan los
niveles de dopamina y norepinefrina y disminuyen los de la serotonina. Debido a
esto, la otra persona pasa a ser algo único para nosotros. Las consecuencias
del enamoramiento son conocidas por todos: no paramos de pensar en la persona
deseada, recordamos cada gesto, palabra, mirada, detalle...
Cabe destacar que cuando nos
enamoramos tendemos a cambiar: cambiamos nuestra forma de ser para adaptarnos y
buscamos agradar todo lo máximo posible. Con tal afirmación abrimos la puerta
al debate porque realmente uno nunca debe dejar de ser el mismo por nada ni por
nadie, de la misma forma que debe tener sus gustos, aficiones, diversiones,
preferencias y así compartirlas con la otra persona, no modificarlas por ella.
Pero cuando el área tegmental ventral se activa ¡parece ser que pasamos a un
segundo plano!
Curiosamente cuando se presenta
una situación difícil con grandes obstáculos que sobrepasar, la producción de
dopamina aumenta, con lo cual los sentimientos tienden a magnificarse. Es algo
irónico pero cierto, cuanto más difícil sea la situación más empeño y ganas
pones para conseguir lo que deseas, es tu meta y nada se interpondrá para
llegar a ella.
Cuando hablamos del tema no
podemos olvidar que el impulso sexual y el amor están relacionados aunque ambos
siguen caminos distintos, pero ¿qué
ocurre si sus caminos se cruzan? Generalmente el amor lleva al deseo y el deseo
al sexo, uno prefiere tener relaciones sexuales con la persona de la que está
enamorado antes que con una de la que no lo está, pero si nos planteamos la vía
inversa, es decir, si el sexo conduce al amor, la respuesta suele ser no.
Siempre hemos escuchado frases
como que del amor al odio hay un paso y más allá de ser un refrán, es una gran
verdad. Es increíble cómo puedes amar tanto a alguien y pasar a
detestarlo. Hay una fina frontera que
separa estas dos emociones. Si observamos algunos estudios realizados
concluiremos que el odio activa algunas de las mismas regiones del cerebro que
se estimulan en situación de enamoramiento. El odio al igual que el amor
conduce a conductas irracionales.
Las personas no estamos hechas
para estar enamoradas durante toda nuestra vida ya que para nuestro organismo es
necesario descansar de la reacción química a la que se ve sometido. Una vez
superado el loco amor romántico que se da en el inicio, el hipotálamo libera
dos hormonas llamadas vasopresina y
oxitocina, encargadas de pasar a una estabilidad y una dimensión diferente en la
unidad de la pareja. Aunque la sociedad en la que nos encontramos nos habla de
monogamia y de un amor verdadero y duradero para toda la vida, nuestro
organismo piensa lo contrario, estamos hechos para tener varias parejas y así
tener hijos variados. El amor suele durar aproximadamente cuatro años, una vez
pasado ese período, se acaba y deseamos encontrar de nuevo esa sensación; aun siendo
conocedores de todos estos detalles, seguimos pensando que algún día llegará nuestra
media naranja y viviremos felices con él/ella para el resto de la vida. Los individuos que desconocen el
mundo de la fisiología, no pueden llegar a creer que todos estos sentimientos
se reduzcan únicamente a química. El amor es muy complejo y está claro que no
solo se ve desde la perspectiva biológica, sino también hay que tener en cuenta
los factores culturales, sociales, etc.
Los seres humanos nos
equivocamos, es algo que parece ser innato, pero sin duda el gran error que
SIEMPRE hemos cometido es el idealizar a alguien, pero no solo eso, sino que
debe cumplir todos los requisitos que esperamos de él/ella. Creamos un
prototipo de persona amada y fabricar
este tipo de ilusión acaba trayendo nefastas consecuencias ya que cualquier
comparación es odiosa y una posiblemente termine acarreando un sentimiento de
malestar porque las expectativas planteadas son inalcanzables.
Inevitablemente el amor, más
tarde o más temprano acaba y es aquí
cuando encontramos dos posibles caminos: romper con la pareja (se explicaría
así el aumento del divorcio en los últimos años), lo que llevaría a pensar que
se ha fracasado y lo último que se desea es volver a iniciar otra relación o bien
crear otro tipo de vínculos con la persona que antes se amaba y luchar por
mantener esa relación a flote buscando nuevos caminos y nuevas fórmulas.
Como conclusión podemos
considerar que el amor es placentero, dañino, depende del momento, de la
persona, etc. pero no se puede olvidar que se reduce a una mera reacción química.
Si nos planteáramos el siguiente interrogante “¿qué es el amor sin la
dopamina?” tendríamos que dar la siguiente respuesta “NADA”. Es increíble que
se pueda adorar tanto una emoción que se sitúa en un núcleo de tu cabeza de
menos de 1 mm cuadrado.
El amor es algo complejo, así que no
trates de descifrarlo, ¡solo siéntelo!