miércoles, 24 de septiembre de 2014

Truco PIR 4

Queridos Piradillos!  9 semanas 'truqueando' y cada semana nos sorprenden aún más la originalidad y creatividad de vuestros trucos, sois estupendos. Aquí os dejamos la cuarta entrega trucosPIR:





































































Vuestro apoyo nos motiva y anima a seguir adelante con esta iniciativa, os esperamos en Facebook: AECSB. Esto es todo por hoy, seguimos el martes que viene, gracias a todos los que participáis cada semana.

¡Mucha fuerza y ánimo a todos!

viernes, 19 de septiembre de 2014

Vivir aceptando el miedo


No es fácil comprender que el miedo es tan necesario como limitante en nuestras vidas. Si no fuese por el miedo, esa emoción primaria tan básica, no seríamos capaces de estar alerta cuando hay algún peligro; no nos protegeríamos del mismo y terminaríamos siendo víctimas de otros depredadores, accidentes, y un largo etcétera.

El problema comienza cuando se nos activa la alarma del miedo y del peligro cuando realmente ahí afuera no hay nada que temer. Es en ese momento cuando comenzamos a tenerle miedo a pequeñas cosas cotidianas, o quizá no tan pequeñas, pero que en ningún caso nos deberían atemorizar. Desarrollamos miedo a equivocarnos, a caernos, a hacer el ridículo, a no ser suficientes, a no ser capaces... desarrollamos miedo a la vida.




Pero, ¿cuál es el detonante de este miedo?: posiblemente, nuestra propia mente.

Nuestra imaginación, nuestras suposiciones, nuestras preocupaciones racionales o irracionales, nuestras "rumiaciones" sobre aquello que podría ocurrir, sobre los "y si..." sobre la incertidumbre, sobre el futuro. El miedo es una bestia sencilla de encontrar y difícil de dominar, y una vez que la divisamos de lejos parece que es inevitable que nos alcance de alguna forma.

Pero, ¿cómo sería si aceptásemos que ese miedo está ahí?, ¿podríamos llegar a vivir consintiendo su existencia?, ¿somos capaces de estar en paz y armonía con nosotros mismos conociendo todos los peligros que hay ahí fuera?. La respuesta es sí. El miedo nos alerta de un posible peligro, pero que nos domine o no es cosa nuestra. Nosotros tenemos la capacidad de vivir el presente aceptando que el futuro es incierto, que pueden suceder multitud de cosas y se pueden dar circunstancias de lo más diversas. La diferencia la marca el hecho de saber vivir y sentirte pleno y feliz pese a conocer eso, y poder decir en cada momento: estoy aquí y ahora.

Pero si estamos hablando de miedo, no podemos dejar atrás la ansiedad, pues van cogidos de la mano. ¿Quién no ha sentido ansiedad alguna vez?. Debemos entender que a lo largo del día hay un montón de pequeñas situaciones estresantes que nos producen mayor o menor ansiedad en función de su importancia. Pero estamos acostumbrados a vivir aceptando esos pequeños inconvenientes, y ello no implica que nos entre el pánico o que seamos presas del miedo.

Es por eso que no debemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos continuar caminando sin dejar que nos agarre los tobillos. Y es que una vez que le permitimos tomar las riendas de nuestra vida, lo único que vamos a conseguir es que sabotee nuestros planes una y otra vez y no nos podamos realizar como personas. En este caso el miedo pierde su función primitiva como sistema de protección y defensa y pasa a convertirse en una serie de comportamientos y actitudes que elegimos llevar a cabo ante la vida.




Pero entonces, ¿qué hacemos con el miedo?, ¿qué le decimos si aparece?: pues simplemente, en lugar de perder tiempo luchando contra él, debemos aceptar que forma parte de la vida sin que eso conlleve que nos sesgue o nos limite en nuestras decisiones, ya que cuanto más luches contra el miedo y más trates de controlarlo más grande y más poderoso se va a hacer al dotarle de importancia.

Si no permites que el miedo te paralice y continuas caminando, a menudo podrás darte cuenta de que aquello que temías no era realmente ni tan peligroso ni tan feroz como para acabar contigo, y es que debemos trabajar en aumentar la confianza en nosotros mismos.



Atrévete a intentarlo  



Artículo escrito por Ángela Aznárez, Psicóloga y Sexóloga