martes, 26 de agosto de 2014

El final de tu zona de confort


El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en acción - Jorge Bucay


¿Cuál es tu reacción inicial cuando te piden hacer algo que no te convence, cuando te piden salir de tu zona de confort? 

Día a día, nuestros padres, amigos, parejas, nos piden o sugieren hacer algo que todavía no hemos hecho nunca, o algo que nos cuesta hacer, o simplemente algo que nos provoca miedo, desconcentración, todo un abanico de emociones sobre lo que es nuevo. Esa emoción (protesta, desgana, motivación, etc...) es nuestra actitud ante el cambio, y todos sabemos que esa actitud es muy difícil de sustituir, pues se ha constituido como un hábito tras años de aprendizaje.

No sólo son los demás los que nos proponen enfrentarnos a las situaciones nuevas, sino que nosotros mismos, ya sea accidentalmente o persiguiendo un deseo, nos topamos con una emoción que consideramos aversiva, desagradable, que nos impide avanzar en la dirección deseada.


Todos podemos reaccionar de maneras muy distintas en esas situaciones, pero generalmente, haremos una de esas tres cosas: huir de esas situaciones, e incluso de nuestros pensamientos acerca de ello; evitarlos, no acercarnos; o ser agresivos con nosotros mismos y/o los demás. Son cosas que hemos hecho desde pequeños, ¿quién no se quemó con algo caliente alguna vez? Así, aprendimos a que no debemos tocar la plancha/la vitrocerámica/las cerillas. Sin embargo, todos buscamos de manera activa cosas que nos son agradables: salir de fiesta, comprarnos un capricho, escuchar un elogio. Son reacciones que inicialmente tenían una función de supervivencia, razonar de esa manera nos ayudaba hace miles de años. 

Con el tiempo, ese etiquetaje automático en bueno/malo, y la consiguiente huida y evitación de acontecimientos externos, se ha generalizado a nuestros propios pensamientos y emociones. Se ha convertido en un factor que influye en nuestras decisiones, y que, junto con otros factores (culturales, sobretodo), funciona en nuestra contra, automatizando nuestras acciones y maneras de reaccionar a los sucesos que acontecen día a día a nuestro alrededor. 

Esto conlleva ni siquiera poder afrontar esa situación tan desagradable, o una situación nueva, que nos produce miedo, porque huimos de sentirnos mal. Mejor dicho, nos privamos de considerar nuestra propia reacción o emoción ante tal evento como una decisión tomada conscientemente, nos privamos de reaccionar de una manera distinta, porque dejamos de experimentar.

Para entenderlo mejor, quiero que recordéis algún videojuego al que hayáis jugado. Casi todos tienen en común que podemos guardar una partida, y si matan a nuestro héroe, o pasa algo que no esperábamos, podemos cargar la partida y volver a jugar ese episodio, cambiando esta vez nuestras acciones. Podemos ver qué consecuencias tendrá si realizamos tal o cual acción (si el enemigo es más vulnerable a ataques mágicos o físicos, o si debemos llevarnos un escudo para atacarlo, pues es bastante más fuerte que nuestro héroe). Tenemos la “seguridad” de que podemos volver a empezar, algo que no pasa en la vida real. Si no nos damos el permiso de sufrir sin evitar, podemos dejar de vivir, sentir y experimentar muchos acontecimientos, tanto externos, como internos (pensamientos, emociones, etc…)

Sin embargo, todavía existe un cuarto tipo de respuesta, que es aceptar, recibir con los brazos abiertos cualquier cosa que venga del exterior e interior. Permitirte sufrir, consentirte tener miedo, librarte de controlarlo todo. Afrontar las cosas, sin caer en la trampa del control. Pienso que en el mundo existen cosas que están bajo tu control, y cosas que no. Elegir un valor que te es importante, y moverte en esa dirección, está bajo nuestro control. La muerte de un ser querido, sin embargo, no lo está. Si sabes distinguir entre esos dos tipos de eventos, la mitad del camino ya está hecha.

La clave no es tratar de controlar lo que pasa a tu alrededor, sino saber cómo lo estás viviendo, qué función tiene en ti tal o cual pensamiento o emoción que experimentas. A partir de ahí, podrás cambiar el mundo entero, pero primero tienes que conocerte y gestionarte. Podemos ser más capaces, más motivados, más competentes. Podemos movernos hacía una meta, estando tristes, desganados y horrorizados. Pues si no salimos de nuestra zona de confort, el aprendizaje no existirá, entonces quedaremos estancados. 

Para terminar, me gustaría adjuntar un enlace a un video que explica muy bien que es la zona de confort, que nos ofrece atrevernos a salir de ella y cómo podemos hacerlo.

Pero... para entender algo, lo mejor es experimentarlo, pues no es lo mismo contarlo que vivirlo, así que ¿Por qué no empiezas por hacer algo que te aterra, que te provoca desconcierto, hoy mismo?

 Elena Kunitsyna







No hay comentarios:

Publicar un comentario