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miércoles, 25 de febrero de 2015

Mindfulness

Probablemente hayáis oído esta palabra ya sea en ofertas de talleres psicológicos o en los medios de comunicación. A pesar de estar muy de moda en la actualidad, esta práctica no es nueva. Más bien se han redescubierto sus beneficios gracias a numerosos estudios científicos, corroborando su aplicación milenaria en la cultura budista. Su valor terapéutico es evidente, mostrando eficacia en el tratamiento de la depresión, trastornos de la personalidad, trastornos alimentarios, ansiedad generalizada, violencia, problemas de pareja entre muchos otros. 

No sólo es favorable para aspectos más puramente psicológicos como el control del estrés, sino que ha mostrado mejorar la recuperación en patologías físicas como dolor, cáncer o trasplante de órganos. Debida a su efectividad, muchas técnicas terapéuticas actuales la incluyen como elemento central. A nivel educativo representa una técnica complementaria muy interesante para mejorar la atención y concentración de los niños, aunque todavía faltan datos concluyentes que la avalen en este ámbito.

Ahora bien, ya sabemos los efectos que tiene pero desconocemos lo que es. La primera dificultad es el carecer de un término castellano para definir correctamente Mindfulness. Se puede confundir con la meditación, si bien coincidan en ciertos aspectos no son equivalentes, siendo el concepto de meditación más vago y difuso. Aunque no refleje todos los matices, la traducción más aceptada ha sido atención plena o conciencia plena. Parece muy complicado a simple vista, no obstante, lo más seguro es que todos lo hayamos experimentado en numerosas ocasiones en nuestra vida cotidiana. Cuando escuchamos nuestra canción preferida, sin hacer más nada sólo disfrutar del ritmo, de la letra y se nos eriza los vellos de la emoción. Cuando nos dan un beso apasionado y sólo existe esa persona y más nada alrededor, con la sensación de que se ha parado el tiempo. Cuando nos permitimos comer una onza de chocolate estando a dieta, la olemos, la saboreamos y la dejamos que se derrita en la boca, sin hacer más nada que eso. En definitiva, cuando estamos siendo conscientes de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando Mindfulness. 


Lo que ocurre es que habitualmente nuestra mente esta vagando sin orientación de una imagen a otra, de un pensamiento a otro. Sólo basta con cerrar los ojos durante dos minutos y prestar atención a nuestros pensamientos. Veremos cómo nuestra mente no para de hablar como si de una radio se tratará. De hecho resulta sumamente fácil dejarnos llevar por esta voz convirtiéndose en rumiaciones y preocupaciones, afectando gravemente a nuestro rendimiento en el trabajo o impidiéndonos dormir. Intentar escapar de nuestros pensamientos resulta imposible y puede desembocar en conductas impulsivas como consumo excesivo de alcohol o drogas, atracones, agresividad hacia los demás, etc. con el fin de reducir el malestar.

En este sentido, Mindfulness no se refiere a dejar la mente en blanco, ni siquiera controlar las emociones, tampoco estar tranquilos. Se trata de ser conscientes de lo que pensamos, sentimos y hacemos, aceptando lo que nos ocurre sin intentar controlarlo. Aunque resulte paradójico, consiste en no hacer absolutamente nada, únicamente estar aquí y ahora, sin interpretar, juzgar o valorar. Cuidado, no implica dejarse llevar por las circunstancias, sino prestar atención de manera intencional con observación participante implicando profundamente mente y cuerpo en la experiencia, eligiendo de forma activa en qué implicarse, sobre qué actuar, mirar o centrarse.

¿Cómo practicar Mindfulness? Se puede hacer de dos formas: de manera informal con tareas de la vida diaria (escuchar música, comer, lavarse los dientes, pasear, estudiar,…) o de manera formal implicando un entrenamiento diario continuo con ejercicios específicos. La técnica más utilizada, sobre todo al principio, consiste en centrar la atención en la respiración, siguiendo el ritmo de inspiración-espiración, sentir el aire que entra y sale de los pulmones. Cuando la mente se aparta del objetivo volvemos suavemente a dirigir la atención a la respiración.

La concentración de la atención momento a momento implica un esfuerzo considerable al principio (persistir a pesar de las intrusiones de pensamientos y emociones distractoras). No obstante, con el tiempo se va convirtiendo en un hábito automático que no requiere apenas esfuerzo. El equipo de Sara Lazar (2005) del Hospital General de Massachusetts demostró cambios estructurales en el cerebro con la práctica de Mindfulness. El único inconveniente es la constancia y disciplina que requiere esta práctica, pero los beneficios son enormes al prepararnos para afrontar cualquier adversidad.

Sólo cuando la mente se encuentra abierta y receptiva puede producirse el aprendizaje, la visión y el cambio. (Jon Kabat-Zinn)
Nuria Azuaga


miércoles, 28 de enero de 2015

Motivación PIR

¡Queridos -IRes! Increíble que hayan pasado 7 meses desde que comenzamos esta aventura juntos, ahora estamos a escasos días del examen. Hemos tenido días mejores y algunos en los que lo veíamos todo negro, aún así, estamos aquí arremangados y listos para afrontar uno de los mayores retos de nuestras vidas, muchos han sido los motivos para aventurarnos en esta dulce locura. ¿Qué ha hecho que te levantes todos los días y luches por esa ansiada plaza? ¿Qué te mueve? A continuación os dejamos las respuestas que habéis compartido con nosotros.

¡Que la fuerza nos acompañe! Más en twitter: AECSB y en facebook: AECSB









































miércoles, 21 de enero de 2015

Consejo PIR

¡Queridos -IRes! Os traemos unos consejos muy útiles para esta recta final hacia el examen; estos consejos son fruto de una fuente muy valiosa: tú experiencia. Por eso, lo que es útil para unos quizá sea distinto para otros, en cualquier caso, usa lo que mejor se ajuste a tu experiencia, esperamos que sean útiles. Más en twitter: AECSB y en facebook: AECSB












          




































 
 Y como no podía ser de otra manera, aquí va algo de humor PIRero :P








domingo, 4 de enero de 2015

Evitar lo inevitable

Un exceso de trabajo, un dolor de cabeza, una ruptura sentimental, recibir una multa, el diagnóstico de una enfermedad… todas estas situaciones tienen algo en común: nos hacen sufrir, y no hay nada que odiemos más que el sufrimiento. En cuanto nos duele algo vamos corriendo a por unos analgésicos. Los avances en la medicina y en la tecnología nos han permitido comodidades significativas, lo que nos han vuelto, a su vez, menos tolerantes al padecimiento. ¿Pero qué podemos hacer cuando nuestro dolor no es físico? Existen innumerables emociones desagradables tales como la ira, la frustración, la tristeza, la culpa, la preocupación… Cada uno de nosotros hemos generado estrategias para esquivarlas tales como irse de copas para olvidar, tragárselo todo y hacer como si no pasara nada, pagarlo con el primero que podamos para descargar nuestro malestar… No nos engañemos, evitar padecerlas aliviándolas de cualquier manera las hará más intensas y tarde o temprano sufriremos mayores consecuencias negativas.  

¿Recordáis el ejercicio del oso blanco? Vimos como un pensamiento totalmente inocuo como es la imagen de un oso blanco puede ser muy persistente en nuestra mente. Intentar evitar pensar en él se convierte en una proeza que requiere un esfuerzo mental substancial de distracción continua. En cuanto nos relajamos el oso blanco (o el pensamiento desagradable) aparece de forma abrupta invadiendo nuestro descanso. ¿Cuántas noches sin dormir por un problema que nos rondaba en la cabeza del cual no podíamos deshacernos? Lamentablemente no podemos conectar y desconectar nuestra mente a nuestro antojo. Nuestros pensamientos sobre el pasado (p.ej. No debería haber hecho o dicho…) o sobre el futuro (p.ej. le estoy temiendo a mañana) nos están afectando en el presente impidiéndonos disfrutar del sueño, de la comida, del descanso y de nuestro tiempo libre. La persistencia y la continuidad de ese estado es lo que nos quema, no las emociones y pensamientos desagradables que van y vienen. 


¿Pero cómo debemos afrontar los malestares entonces? Muy simple: no haciendo absolutamente nada. Con esta noticia nos invade múltiples angustias: “¡No podré soportarlo!”. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que SÍ podemos y mucho más de lo que nos imaginábamos en un principio. Al tiempo que soportamos la tristeza, sabemos que ésta es pasajera, sólo debemos vivirla y elaborar nosotros mismos nuestros duelos personales. A medida que afrontamos las pequeñas dificultades nos vamos haciendo más fuertes para problemas mayores por el mismo mecanismo de las vacunas, inyectándonos una pequeña cantidad de veneno nos hacemos resistentes a él.  

Para los más escépticos de nosotros echaremos la vista a oriente en las enseñanzas budistas de más de veinticinco siglos de historia basadas en una actitud profundamente experiencial. Recientemente los estudios científicos han corroborado la eficacia de estas prácticas de meditación enfocadas en la observación directa de la mente y la realidad. La única crítica se refiere al elevado compromiso y disciplina que requiere su efectividad, por lo que quizás no todas las personas puedan beneficiarse de ella.  



¿Quieres probar sus beneficios? No hace falta que planees un viaje al Nepal, la ciencia te la trae cerca de casa. Probablemente hayas escuchado hablar de Mindfulness, traducido al español como atención o conciencia plena. Se trata de una práctica terapéutica muy extendida entre las Terapias de Tercera Generación que consiste en centrarse en el momento presente, en el aquí y el ahora, de modo activo y reflexivo con carácter no valorativo y renunciando al control. Al fin y al cabo vivimos ahora, en este mismo instante, el pasado pasado queda y el futuro ya vendrá. ¿Para qué amargarnos sobre lo que ocurrió o puede ocurrir? Nos estamos perdiendo la belleza de este momento, este instante. A modo de reflexión os dejo una frase de la película “El guerrero pacífico”: 

¿Dónde estás? - Aquí. 

¿Qué hora es? - Ahora. 

¿Qué eres? - Este momento.

Nuria Azuaga

domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Podemos controlar nuestro estrés?

Atascos, falta de sueño, obras cerca de casa, fechas límites,… los estresores están a la orden del día. El estrés en sí mismo no es dañino. Es más, probablemente sin él no hubiésemos sobrevivido a los peligros de la naturaleza desde la prehistoria hasta nuestros tiempos. Su valor adaptativo es claro: nuestra presión arterial junto con la liberación de glucosa en sangre aumenta con el fin de aportar un plus de energía para afrontar el peligro, mientras que se ahorran esfuerzos por parte del sistema digestivo y el sistema inmunitario, que dejan de funcionar. De hecho, en ciertas circunstancias tener estrés es beneficioso para nuestro rendimiento e incluso nuestra salud. Podríamos comparar el estrés con el chocolate: comerse una onza de vez en cuando es saludable y disfrutamos más de su sabor, ahora atiborrarse de manera frecuente nos producirá cuanto menos una indigestión.

¿Cómo podemos mantener nuestros niveles de estrés a raya? Lo primero que se nos ocurre es controlarnos, intentar tranquilizarnos cuando estemos subiéndonos por las paredes. De hecho es lo primero que nos dicen los demás cuando estamos estresados: “¡No te agobies, tranquilízate!”. Ok, fenomenal, tranquilizarme… ¡no se me había ocurrido! ¿Pero CÓMO?


     - ¿Respirando profundamente? Podemos llegar a hiperventilar y marearnos si no lo hacemos adecuadamente. Una correcta oxigenación del organismo implica tasas bajas de inspiración, volúmenes elevados de aire y respiraciones predominantemente abdominales. Cuando ya estemos hiperventilando se ha demostrado la eficacia de la retención de la respiración unos segundos con el fin de reiniciar el proceso.
     
      - ¿Evitando pensar en aquello que nos agobia? Primero habrá que saber si tenemos control en nuestros pensamientos. Para ello vamos a hacer un pequeño experimento con un pensamiento sin valor afectivo ni importancia relevante. Te voy a pedir que en ningún caso pienses en un oso blanco. Está totalmente prohibido que pienses en ese oso blanco hasta que acabes de leer este artículo. Recuerda: ¡NO PIENSES EN UN OSO BLANCO! Ahora bien, tratar de olvidar el problema o negarse a tomarlo en serio puede ser muy perjudicial puesto que nos impide afrontarlo y en algunas ocasiones la situación puede empeorar.

     - ¿Buscar ayuda o contárselo a alguien? Aquí ya vamos bien encaminados. El apoyo social es un factor amortiguador de los efectos del estrés. Aunque depende mucho de la calidad de esa relación. Los casados satisfechos son los que menor presión arterial poseen frente a los solteros y más aún que los casados insatisfechos. Ahora bien, tampoco se trata de depender totalmente de los demás en cada problema que nos surja ni cargar el muerto a otro, ya que podemos agotar a nuestro entorno. Es beneficioso proporcionar a su vez apoyo a los demás, ya que el sentido de utilidad contribuye a nuestro bienestar. 

A veces podemos pensar que cómo nos vamos a tranquilizar con todo lo que se nos viene encima. Los intentos de tranquilizarse se vuelven muchas veces infructuosos o pueden empeorar nuestro estado de sobreactivación. Recordemos que nuestra respuesta de estrés tiene un valor funcional, por tanto algo la habrá desencadenado. Dependiendo del tipo de estresor sería adecuado actuar de una u otra manera. Ante un problema debemos evaluar en primer lugar si es controlable o no. Si concluimos que la situación se puede controlar sería conveniente planificar soluciones y establecer un plan de acción para actuar directamente. Ahora bien, si la situación no depende de nosotros no vale la pena gastar energía, centrémonos en nuestra emoción: aceptarla, reevaluar la situación, distanciarse,…


En nuestra sociedad tan compleja muchas veces es imposible adivinar si algo se puede controlar o no, intentando controlar lo incontrolable. Por cierto, ¿Has pensado mucho en el oso blanco? Lo que ocurre es que mientras más evitas pensar en algo, más piensas en ello. ¿A quién no le ha pasado de tener una canción pegadiza en mente sin poder deshacerse de ella? Mientras más luchas, más te irritas y más te agotas. En estos aspectos la cultura budista nos lleva siglos de adelanto. En el próximo artículo desvelaremos algunos de sus secretos. Mientras tanto recuerda esta frase:

Una persona feliz no es una persona sin estrés. Una persona sin estrés es una persona muerta. Luego el estrés nos hace sentir vivos.

Nuria Azuaga