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jueves, 17 de septiembre de 2015

Tópicos sobre la psicología que todo el mundo cree (II)

¡Hola a todos!

Hace un par de semanas publiqué el primero de una serie de artículos sobre tópicos relativos a la psicología que crean una imagen distorsionada e irreal sobre nuestro trabajo y no sólo nos perjudican a nosotros, sino a personas que podrían beneficiarse mucho con nuestra labor y que por desconocimiento, desinformación o vergüenza, no buscan asesoramiento. Continuemos pues con un par más de tópicos sobre la psicología:

“¿Eres psicólogo? Oye, no me estarás psicoanalizando, ¿no?”

Me hace mucha gracia cuando me dicen esto, y es que hay aún muchas personas que piensan que los psicólogos nos pasamos el día en modo Terminator, analizando cada gesto y cada palabra que dicen para extraer datos sobre su personalidad. Cada vez que me dicen esto, me vienen a la cabeza tres respuestas:

·         Respuesta corta: No.
·         Respuesta larga: Puedo deducir que no tienes ni idea de cuál es la labor de un psicólogo, y no hace falta analizar nada para llegar hasta ahí.
·         Respuesta que suelo usar para capear la situación: Si no me pagas, no.


 Sólo con mirarte unos minutos puedo conocer tu nivel de ansiedad, leerte el pensamiento 
y averiguar cuál es tu comida favorita. ¡La psicología me da superpoderes!

Para empezar, la psicología y el psicoanálisis son dos disciplinas diferentes, que parten de supuestos teóricos distintos y que no utilizan los mismos procedimientos en consulta, por lo que no son comparables ni mucho menos equiparables. Por otro lado, nuestro trabajo no es analizar a la persona que tenemos delante ni sacar conclusiones al azar (y sin contrastar) sobre su forma de ser basándonos en datos parciales y aislados que podamos observar en consulta: nuestra labor es examinar, en trabajo conjunto con el cliente, qué es lo que está causando que sus problemas se mantengan en el tiempo y qué alternativas puede tomar para llevar una vida más acorde con aquella que le gustaría. 

Dicho de otro modo, la terapia es un trabajo colaborativo cuyo objetivo es que el cliente tome conciencia de qué es lo que está fallando y decida qué medidas tomar para cambiarlo. Y si notamos algo peculiar en el lenguaje corporal, gestos, etc. del cliente, no nos ponemos a sacar conclusiones sin contrastar: simplemente, si creemos que es relevante para con el problema en cuestión, lo ponemos de manifiesto y se habla sobre ello. Sin misterios ni subterfugios.

 Y otro apunte: tampoco es cierto que el psicoanálisis se reduzca a penes y vaginas. 
Por muy salido que estuviera Freud.

“¿Psicología? Yo no creo en eso”

Hay muchas personas que colocan a la psicología al mismo nivel que la homeopatía u otras pseudociencias, afirmando que son cosas de “charlatanes” y “vendehumos” y que “ir al psicólogo” no sirve de nada. No obstante, las leyes de la conducta no se parecen en nada a los principios homeopáticos y, al contrario que éstos, tienen más que ver, por ejemplo, con la ley de la gravedad: siguen estando y funcionando igual independientemente de lo que creamos al respecto.

- Yo no creo que la ley de la gravedad sea cierta.
- Pues el barrigazo lo vas a pegar igual. 

Hay muchísima ciencia e innumerables estudios que respaldan las leyes básicas de la conducta animal y humana: aquellas conductas que tienen una consecuencia agradable (o la desaparición de algo desagradable) tienen mayor probabilidad de repetirse en el futuro, mientras que aquellas con consecuencias desagradables (o que nos hacen perder algo agradable) tienen menos posibilidades de repetirse. Bien es cierto que la conducta humana es mucho más compleja, pero estos procesos básicos subyacen a todo nuestro comportamiento, creamos en ello o no. Ningún ser humano está exento de las leyes de la conducta, ya que es ésa la manera en la que funcionamos.

 Nadie escapa a las leyes de la conducta. Ni a las de la termodinámica.

Hasta aquí el post de hoy. Próximamente iré desgranando más mitos (que los hay), ya que la cosa tiene miga. Como siempre, para cualquier cosa tenéis la sección de comentarios.

¡Un saludo!

Jorge Reina 

Artículo escrito por nuestro compañero Jorge Reina, psicoterapeuta y formador especialista en Inteligencia Emocional, Terapia de Aceptación y Compromiso, y Asesoramiento a personas y organizaciones.

lunes, 31 de agosto de 2015

Tópicos sobre la psicología que todo el mundo cree (I)


¡Hola a todos!

Como psicólogo que soy, mi objetivo como profesional es lograr la máxima satisfacción de mis clientes, proporcionándoles herramientas para superar aquellos problemas que no han podido salvar por las razones que sea y ayudándoles a que puedan desarrollar una vida que merezca la pena, encaminada a lograr aquello que es importante para ellos: ser buenos profesionales, buenos padres para sus hijos, buenos amigos para sus amigos, etc. En definitiva, que puedan vivir de acuerdo con aquello que valoran y se dirijan hacia lo que realmente da sentido a su vida.

 ¿Que tu meta en la vida es batir el record mundial de comer perritos calientes?
 ¡Pues vamos a ello!


No obstante, existen en esta sociedad muchos mitos y malentendidos con respecto a nuestra profesión y a lo que hacemos, lo que da lugar a que tengamos que escuchar, de boca de muchas personas (más de lo que os podáis imaginar), frases que van desde lo absurdo hasta lo simple y llanamente insultante. Las que presento a continuación (y sus respectivas variantes) son sólo un par de ejemplos (me reservo algunos otros para un artículo posterior).

“¿Ir al psicólogo?” ¿Para qué? Yo no estoy loco”

Existe un estigma social muy grande con respecto a acudir a un psicólogo: si lo haces, es porque estás loco, tienes un trauma muy gordo o se te va la olla. De hecho, no es infrecuente escuchar alguna que otra conversación de este estilo:

·         Tío, últimamente estoy que no levanto cabeza, desde que lo dejé con Fulanita no sé qué hacer con mi vida.
·         Eso suena regular. ¿Te has planteado ir a un psicólogo?
·         ¿A un psicólogo? ¿Qué dices? ¡Ni que yo estuviera loco o algo!

 Cliente típico de un psicólogo, según la sociedad.

Hasta ahí nada raro, ¿verdad? Cambiemos un poco el contexto:

·         Tío, hace unos días me salió una erupción rara en el brazo, tengo la piel roja y me pica mucho.
·         Eso suena regular. ¿Te has planteado ir a un dermatólogo?
·         ¿A un dermatólogo? ¿Qué dices? ¡Ni que tuviera un cáncer de piel!

 ¡Uy lo que ha dicho!

Ya no suena tan lógico, ¿verdad? A nadie se le ocurre decir algo así cuando se habla de cualquier otro profesional de la salud, pero sigue existiendo la creencia generalizada de que acudir al psicólogo es “cosa de locos”, y se sigue mirando raro a aquella persona que dice abiertamente que ha acudido a uno en busca de ayuda; todos estos factores contribuyen a que muchas personas con problemas de muy diversa índole no acudan en busca de ayuda profesional, perdiendo así la oportunidad no sólo de superar los problemas concretos que tengan en ese momento, sino de ser más capaces para superar aquellos que se les presenten en un futuro y llevar una vida que les llene.

Pero nada: que si vas al psicólogo estás loco y punto. 

“Para ir a contarle mis penas al psicólogo se las cuento a un amigo”

Otro mito muy extendido es que una sesión de psicología es como un café con un amigo: llegas, le cuentas qué te ocurre, te escucha, te da consejos para solucionar tu situación y hasta la próxima. Si vais a una sesión de psicología con la idea de que será algo de ese estilo… os recomendaría tomaros un café con un amigo. Os saldrá más barato.

 A menos que el susodicho amigo tenga gustos muy caros, por supuesto.

Un psicólogo no os va a dar consejos (ni va a deciros lo que deberíais hacer, porque esa decisión os corresponde únicamente a vosotros), ni va a daros una visión equivalente a la que os pueda dar un amigo; por explicarlo a grandes rasgos, va a examinar y a indagar aquello que le estáis contando, y va a ayudaros a tomar conciencia sobre:

·         Los factores que causan el problema, es decir, aquello que ocurre justo antes de que se desencadene el problema (por ejemplo, con una persona muy tímida, el hecho de encontrarse en un lugar con muchas personas)

·         Los pensamientos y sentimientos asociados a esas causas (en el caso anterior, algunos ejemplos podrían ser: “voy a hacer el ridículo”, “estoy nervioso”, “me va a dar algo”, etc.)

·         Qué factores están haciendo que se mantenga el problema, qué consecuencias tiene nuestra forma de actuar cuando aparece el problema y qué causa que sigamos respondiendo así (en el caso anterior, por ejemplo, la persona podría irse del lugar, lo que a corto plazo calmaría su ansiedad, pero a largo plazo deterioraría sus relaciones sociales y causaría problemas aún mayores). Ésta es la parte fundamental en la que trabaja un psicólogo: entrenando con el cliente para que consiga actuar de manera diferente cuando se presente la situación problemática (por ejemplo, quedándose en el lugar y hablando con alguna persona aun sintiendo ansiedad y teniendo pensamientos molestos, para conseguir tener mejores relaciones con los demás).

 Ahora la labor del psicólogo no parece tan simple, ¿verdad?

Como podéis ver, la labor de un psicólogo no tiene nada que ver con la de un amigo al que le contáis un problema; son personas distintas, en contextos diferentes y con funciones que no tienen nada que ver. Si queréis dar un cambio a vuestra vida y, como todo ser humano en un momento u otro de su vida, necesitáis ayuda con ello, un psicólogo puede seros muy útil; si lo que queréis es consejo o desahogaros, repito, un amigo os va a ir mucho mejor y os saldrá más barato.

Hasta aquí el post de hoy. En el próximo expondré algunas otras frases que ponen de manifiesto el desconocimiento general de la población sobre el trabajo de los psicólogos, lo que a su vez provoca que muchas personas que podrían beneficiarse mucho de nuestros servicios opten por no hacerlo, ya sea por desinformación o por el estigma social existente. Espero que os haya gustado y os haya resultado esclarecedor.

¡Un saludo!
Jorge Reina 

Artículo escrito por nuestro compañero Jorge Reina, psicoterapeuta y formador especialista en Inteligencia Emocional, Terapia de Aceptación y Compromiso, y Asesoramiento a personas y organizaciones.

viernes, 19 de junio de 2015

Recursos para opositores

Nuestros compañeros de Nayade Psicólogos nos traen este interesante curso para opositores, sabemos que el camino de la oposición es largo y que se necesita mucha dedicación para acceder a ese puesto de trabajo que tanto deseas. Conseguirlo depende, en gran parte, de tu nivel de preparación, tu capacidad de esfuerzo y constancia. Por ello, te ofrecemos el taller de recursos para opositores en el que nuestro principales objetivos van a ser, por un lado, ayudarte a centrarte en lo que estás haciendo al 100% sin que pensamientos o sentimientos molestos te distraigan y, por otro, poner a tu disposición y enseñarte a utilizar diferentes recursos, técnicas y estrategias para que así puedas dar lo mejor de ti mismo/a, dando como resultado que tu rendimiento crezca exponencialmente. En definitiva, completar el temario para tus oposiciones interviniendo en otros aspectos más allá de la teoría.

Con este curso sacaremos lo mejor de nosotros mismos para poder afrontar las oposiciones y rendir más. ¿Te lo piensas perder?


domingo, 31 de mayo de 2015

Formación Avanzada en Terapias Contextuales

¡Estimados compañeros!

En exclusiva tenemos el honor y el placer de contar con docentes de prestigio nacional para el:

I Curso de Formación Avanzada en Terapias Contextuales

Curso Formación Avanzada Terapias Contextuales 

Será una formación práctica, de 40 horas de duración, donde experimentaremos y aprenderemos las habilidades prácticas necesarias en terapias contextuales para incluirlas en nuestra práctica clínica diaria, de la mano de unos ponentes expertos que no nos dejarán indiferentes:

Muchos de vosotros ya conocéis a José Molinero, y los que no, comentar que no se nos ocurre nadie mejor a la hora de aplicar y transmitir ACT. En este Workshop Avanzado, enseñará técnicas avanzadas en Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).
 
José Molinero
   
Jorge Barraca es director de máster en psicología general sanitaria en la Universidad Camilo José Cela, y autor de publicaciones como "La mente o la vida" o "El viaje al ahora", manuales excelentes a la hora de comprender y practicar principios de terapia contextual, relacionados con ACT y Mindfulness. En este caso, Barraca enseñará cómo trabajar de manera aplicada usando la terapia contextual de pareja: Terapia Integral de Pareja, en la cual es especialista.

Jorge Barraca

Luis Valero y Rafael Ferro son referentes mundiales en nuestro idioma cuando se habla de Psicoterapia Analítico Funcional. Habiendo realizado numerosas investigaciones, dirigido tesis, y escrito manuales prácticos sobre la misma, han estado en estrecha colaboración con Kohlenberg y Tsai, autores de FAP. No hay mejores docentes a la hora de transmitir PAF en nuestro idioma.

Luis Valero, Rafael Ferro

Por último, nuestros compañeros de ACTÚA Consultores: Juanjo Macías, Adrián Muñoz y José Olid, cerrarán el Workshop profundizando en Mindfulness de manera 100% contextual, no como una herramienta al servicio del control o la evitación de lo que no nos gusta: la atención plena es algo que podemos aplicar para abrirnos a la riqueza del momento presente, y transmitirlo de esta manera a la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos y los demás.

Adrián Muñoz, Juanjo Macías, José Olid

Inscríbete ya en: inscripcion@actuaconsultores.es; si te has quedado con ganas de saber más, consulta la web: Terapias Contextuales. Dado que esta actividad tiene un gran valor para nosotros y posiblemente para las personas que compartan los valores de formación y profesionalidad, os pedimos por favor que cualquiera que lo lea que lo difunda en la medida de sus posibilidades. ¡Mil gracias!

martes, 26 de mayo de 2015

Sobre el pensamiento positivo


El “pensar en positivo” es un hecho que viene cobrando fuerza desde la década de los 70, y podemos observarlo hoy en día en un sinfín de manifestaciones: libros de autoayuda, talleres motivacionales, redes sociales, anuncios publicitarios, la conocida “ley de la atracción” y su lema “te conviertes en lo que piensas”.


Hasta hace poco tiempo pensaba que la magia simplemente era tarea de magos, pero ¡no!, para mi sorpresa esta “magia” también ha llegado a la Psicología. Según este positivismo, no se trataría entonces de intervenir activamente en el curso de las cosas sino simplemente el hecho de cambiar los pensamientos, de tener una actitud positiva ante la vida ya te devolvería un “camino de rosas” hacia lo que deseas. Algo así como: “piensa en positivo, y siéntate a esperar”. “No te preocupes, ¡Todo va salir genial!”.



Esta excesiva presión social a favor de una actitud exageradamente “optimista” provoca que las personas al sentirnos tristes, inseguras, decepcionadas, enfadadas nos retraigamos a la hora de aceptar estas emociones, e incluso de expresarlas, quizás por miedo a ser rechazados socialmente. Con lo que estos sentimientos o pensamientos desagradables se convierten rápidamente en “un completo pack 2x1”: el sentimiento o pensamiento desagradable más la culpa añadida por sentirnos de esa forma. Y en la mayoría de los casos, es esta culpa añadida por no poder deshacernos de esos sentimientos o pensamientos molestos, lo que más perturba a la persona, a veces, incluso más que el propio sentimiento o pensamiento incómodo. 


¡Es imposible sentirse siempre alegre! La mayor parte de la psicología occidental se basa en que las personas por esencia debemos estar naturalmente contentas y bien. Convirtiendo, desde este punto de vista, el sufrimiento psicológico en algo patológico.
 
Cualquier paso hacia delante en nuestra vida supone enfrentarnos a un mínimo sufrimiento. Sin embargo, el pensamiento positivo nace del deseo de EVITAR este lado oscuro y desagradable de la vida misma. Es una fácil estrategia de evitación frente al miedo y frente a la falta de control que produce la remota idea de encontrar un “obstáculo aversivo” en nuestro camino. 

Pensar en exceso en positivo genera una tranquilidad ficticia porque origina expectativas positivas, creyendo que con estos pensamientos estamos controlando lo que va a suceder, que por supuesto “sólo puede ser bueno” .  Pero… ¿y si aparecen obstáculos inesperados, sentimientos de inseguridad, de insatisfacción, pensamientos desagradables? ¿Qué ocurre con esta tranquilidad?

¿Realmente podemos controlar todo esto? 

Nos cuesta aceptar que no controlamos nuestra mente. Pensar en lo que realmente nos importa en nuestra vida, y dirigirnos hacia ello es realmente útil. Aceptar que en este camino también habrá obstáculos es tranquilizador. 

¡Todo no tiene por qué salir genial, seguramente encontraré dificultades, pero estoy dispuesto a asumirlas, porque me llevarán a lo que realmente me importa!
   
  “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz,
sino haciendo consciente su oscuridad”
Carl Jung.

Beatriz Sánchez Cabrera

viernes, 8 de mayo de 2015

Psicología aplicada a las artes escénicas

Os presentamos un taller totalmente GRATUITO gracias a nuestros compañeros de Nayade Psicólogos: Psicología Aplicada a las Artes Escénicas. El día 4 de junio, de 16:30 a 20:30 podrás disfrutar de este estupendo taller.
 
Por ahora, os podemos decir que...
 


 
Es un taller 100% práctico con el que te ayudamos a: ahondar en la emoción del rol que desees, sentirte en la piel del personaje que tú quieras (sin que afecte a tu vida y estado de ánimo personal).

Las técnicas que usaremos son totalmente innovadoras, pues están basadas en la última generación de psicología: ATENCIÓN PLENA - MINDFULNESS, FISICALIZACIÓN DE EMOCIONES, DEFUSIÓN… técnicas muy validadas empíricamente y con resultados excepcionales.

Con este taller, aprenderás a poner toda tu persona en el momento presente, mostrando y sintiendo lo que quieres en cada momento. Ahora que ya sabes a lo que vienes, ¿te atreves a probar? Inscríbete en info@nayadepsicologos.com ¡Te esperamos!

miércoles, 25 de febrero de 2015

Mindfulness

Probablemente hayáis oído esta palabra ya sea en ofertas de talleres psicológicos o en los medios de comunicación. A pesar de estar muy de moda en la actualidad, esta práctica no es nueva. Más bien se han redescubierto sus beneficios gracias a numerosos estudios científicos, corroborando su aplicación milenaria en la cultura budista. Su valor terapéutico es evidente, mostrando eficacia en el tratamiento de la depresión, trastornos de la personalidad, trastornos alimentarios, ansiedad generalizada, violencia, problemas de pareja entre muchos otros. 

No sólo es favorable para aspectos más puramente psicológicos como el control del estrés, sino que ha mostrado mejorar la recuperación en patologías físicas como dolor, cáncer o trasplante de órganos. Debida a su efectividad, muchas técnicas terapéuticas actuales la incluyen como elemento central. A nivel educativo representa una técnica complementaria muy interesante para mejorar la atención y concentración de los niños, aunque todavía faltan datos concluyentes que la avalen en este ámbito.

Ahora bien, ya sabemos los efectos que tiene pero desconocemos lo que es. La primera dificultad es el carecer de un término castellano para definir correctamente Mindfulness. Se puede confundir con la meditación, si bien coincidan en ciertos aspectos no son equivalentes, siendo el concepto de meditación más vago y difuso. Aunque no refleje todos los matices, la traducción más aceptada ha sido atención plena o conciencia plena. Parece muy complicado a simple vista, no obstante, lo más seguro es que todos lo hayamos experimentado en numerosas ocasiones en nuestra vida cotidiana. Cuando escuchamos nuestra canción preferida, sin hacer más nada sólo disfrutar del ritmo, de la letra y se nos eriza los vellos de la emoción. Cuando nos dan un beso apasionado y sólo existe esa persona y más nada alrededor, con la sensación de que se ha parado el tiempo. Cuando nos permitimos comer una onza de chocolate estando a dieta, la olemos, la saboreamos y la dejamos que se derrita en la boca, sin hacer más nada que eso. En definitiva, cuando estamos siendo conscientes de lo que estamos haciendo, pensando o sintiendo, estamos practicando Mindfulness. 


Lo que ocurre es que habitualmente nuestra mente esta vagando sin orientación de una imagen a otra, de un pensamiento a otro. Sólo basta con cerrar los ojos durante dos minutos y prestar atención a nuestros pensamientos. Veremos cómo nuestra mente no para de hablar como si de una radio se tratará. De hecho resulta sumamente fácil dejarnos llevar por esta voz convirtiéndose en rumiaciones y preocupaciones, afectando gravemente a nuestro rendimiento en el trabajo o impidiéndonos dormir. Intentar escapar de nuestros pensamientos resulta imposible y puede desembocar en conductas impulsivas como consumo excesivo de alcohol o drogas, atracones, agresividad hacia los demás, etc. con el fin de reducir el malestar.

En este sentido, Mindfulness no se refiere a dejar la mente en blanco, ni siquiera controlar las emociones, tampoco estar tranquilos. Se trata de ser conscientes de lo que pensamos, sentimos y hacemos, aceptando lo que nos ocurre sin intentar controlarlo. Aunque resulte paradójico, consiste en no hacer absolutamente nada, únicamente estar aquí y ahora, sin interpretar, juzgar o valorar. Cuidado, no implica dejarse llevar por las circunstancias, sino prestar atención de manera intencional con observación participante implicando profundamente mente y cuerpo en la experiencia, eligiendo de forma activa en qué implicarse, sobre qué actuar, mirar o centrarse.

¿Cómo practicar Mindfulness? Se puede hacer de dos formas: de manera informal con tareas de la vida diaria (escuchar música, comer, lavarse los dientes, pasear, estudiar,…) o de manera formal implicando un entrenamiento diario continuo con ejercicios específicos. La técnica más utilizada, sobre todo al principio, consiste en centrar la atención en la respiración, siguiendo el ritmo de inspiración-espiración, sentir el aire que entra y sale de los pulmones. Cuando la mente se aparta del objetivo volvemos suavemente a dirigir la atención a la respiración.

La concentración de la atención momento a momento implica un esfuerzo considerable al principio (persistir a pesar de las intrusiones de pensamientos y emociones distractoras). No obstante, con el tiempo se va convirtiendo en un hábito automático que no requiere apenas esfuerzo. El equipo de Sara Lazar (2005) del Hospital General de Massachusetts demostró cambios estructurales en el cerebro con la práctica de Mindfulness. El único inconveniente es la constancia y disciplina que requiere esta práctica, pero los beneficios son enormes al prepararnos para afrontar cualquier adversidad.

Sólo cuando la mente se encuentra abierta y receptiva puede producirse el aprendizaje, la visión y el cambio. (Jon Kabat-Zinn)
Nuria Azuaga


viernes, 6 de febrero de 2015

Sobre la confianza


En el día a día de las relaciones humanas todos valoramos poder confiar en los demás; esto es así hasta tal punto que a menudo afirmamos "lo hago porque confío en él", "sé que me valora porque confía totalmente en mi" o "¿tú crees que lo haría si no confiase en ti?".

Le damos valor a la confianza, y no la otorgamos fácilmente: "si quieres que confíe en ti, me lo tienes que demostrar", es lo lógico, ¿no?. Las personas deben ganarse nuestra confianza, deben darnos motivos para confiar en ellas, porque no podemos ir confiando en cualquier persona ya que el precio a pagar por confiar en la persona que no lo merece es alto: esa persona puede decepcionarnos, puede dañarnos.

Así que nos aseguramos de que eso no pase no confiando a la ligera, estableciendo una suerte de criterios bajo los cuáles nos fiamos de alguien: si se comporta así, si dice aquello, si no dice lo otro, si se muestra auténtico, decimos. Pero claro, aún así puede suceder que esa persona nos decepcione, nos dañe, y ante eso la respuesta es clara: no tendría que haber confiado, ¡lo sabía!, nos decimos muchas veces. Y re-ajustamos nuestros criterios de confianza: la próxima vez estaré más atento, no tengo que confiar tan rápido, me lo tiene que demostrar más aún. 

Y solemos hacer todo esto persiguiendo algo: la ausencia de error, la certeza de que aquella persona en la que confiamos no nos va a decepcionar. Nunca. Jamás.

De esta manera nos encontramos a quién nos dice que, como se ha llevado muchos palos, ya no confía tan a la ligera; o quién nos cuenta que no se puede uno fiar de nadie porque tarde o temprano te toman por imbécil. 

Esto nos lleva a estar cada vez más atentos, a protegernos cada vez más, y a confiar cada vez menos, a que nuestra confianza sea más cara, más...escasa.

Teniendo todo esto en cuenta... yo os propongo una alternativa, un cambio radical (de raíz, en su origen).
Os propongo que la confianza sea una opción de la cuál vosotros, y solos vosotros, sois responsables. Os propongo, además, que asumáis la confianza como una elección totalmente voluntaria y, además, una elección de vulnerabilidad. 

Al confiar, os propongo que lo hagáis aceptando de base que el error es posible, es más, que el error es asumible. Que tengáis en cuenta que os merece la pena, o mejor dicho, que os merece el coste posible: que aquello por lo que elegís confiar es algo que valoráis lo suficiente como para estar dispuestos a equivocaros. Por favor, os animo a que no busquéis fortaleza ni seguridad en el hecho de confiar en alguien, ni busquéis confirmar expectativa alguna. Confiad, si queréis, y no confiéis si no queréis: pero si lo hacéis, abandonad las armas, bajad las defensas.

Al principio quizás os sintáis incómodos...es normal: estáis siendo vulnerables...pero no pretendáis sentir la hierba fresca bajo vuestros pies si camináis con botas para no magullaros con alguna que otra piedra.

Os lo pide alguien, de manera vulnerable, que tiene los pies algo cansados...y que no deja de disfrutar del camino.

José Olid
                                                                                                                                        Perfil de LinkedIn

domingo, 4 de enero de 2015

Evitar lo inevitable

Un exceso de trabajo, un dolor de cabeza, una ruptura sentimental, recibir una multa, el diagnóstico de una enfermedad… todas estas situaciones tienen algo en común: nos hacen sufrir, y no hay nada que odiemos más que el sufrimiento. En cuanto nos duele algo vamos corriendo a por unos analgésicos. Los avances en la medicina y en la tecnología nos han permitido comodidades significativas, lo que nos han vuelto, a su vez, menos tolerantes al padecimiento. ¿Pero qué podemos hacer cuando nuestro dolor no es físico? Existen innumerables emociones desagradables tales como la ira, la frustración, la tristeza, la culpa, la preocupación… Cada uno de nosotros hemos generado estrategias para esquivarlas tales como irse de copas para olvidar, tragárselo todo y hacer como si no pasara nada, pagarlo con el primero que podamos para descargar nuestro malestar… No nos engañemos, evitar padecerlas aliviándolas de cualquier manera las hará más intensas y tarde o temprano sufriremos mayores consecuencias negativas.  

¿Recordáis el ejercicio del oso blanco? Vimos como un pensamiento totalmente inocuo como es la imagen de un oso blanco puede ser muy persistente en nuestra mente. Intentar evitar pensar en él se convierte en una proeza que requiere un esfuerzo mental substancial de distracción continua. En cuanto nos relajamos el oso blanco (o el pensamiento desagradable) aparece de forma abrupta invadiendo nuestro descanso. ¿Cuántas noches sin dormir por un problema que nos rondaba en la cabeza del cual no podíamos deshacernos? Lamentablemente no podemos conectar y desconectar nuestra mente a nuestro antojo. Nuestros pensamientos sobre el pasado (p.ej. No debería haber hecho o dicho…) o sobre el futuro (p.ej. le estoy temiendo a mañana) nos están afectando en el presente impidiéndonos disfrutar del sueño, de la comida, del descanso y de nuestro tiempo libre. La persistencia y la continuidad de ese estado es lo que nos quema, no las emociones y pensamientos desagradables que van y vienen. 


¿Pero cómo debemos afrontar los malestares entonces? Muy simple: no haciendo absolutamente nada. Con esta noticia nos invade múltiples angustias: “¡No podré soportarlo!”. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que SÍ podemos y mucho más de lo que nos imaginábamos en un principio. Al tiempo que soportamos la tristeza, sabemos que ésta es pasajera, sólo debemos vivirla y elaborar nosotros mismos nuestros duelos personales. A medida que afrontamos las pequeñas dificultades nos vamos haciendo más fuertes para problemas mayores por el mismo mecanismo de las vacunas, inyectándonos una pequeña cantidad de veneno nos hacemos resistentes a él.  

Para los más escépticos de nosotros echaremos la vista a oriente en las enseñanzas budistas de más de veinticinco siglos de historia basadas en una actitud profundamente experiencial. Recientemente los estudios científicos han corroborado la eficacia de estas prácticas de meditación enfocadas en la observación directa de la mente y la realidad. La única crítica se refiere al elevado compromiso y disciplina que requiere su efectividad, por lo que quizás no todas las personas puedan beneficiarse de ella.  



¿Quieres probar sus beneficios? No hace falta que planees un viaje al Nepal, la ciencia te la trae cerca de casa. Probablemente hayas escuchado hablar de Mindfulness, traducido al español como atención o conciencia plena. Se trata de una práctica terapéutica muy extendida entre las Terapias de Tercera Generación que consiste en centrarse en el momento presente, en el aquí y el ahora, de modo activo y reflexivo con carácter no valorativo y renunciando al control. Al fin y al cabo vivimos ahora, en este mismo instante, el pasado pasado queda y el futuro ya vendrá. ¿Para qué amargarnos sobre lo que ocurrió o puede ocurrir? Nos estamos perdiendo la belleza de este momento, este instante. A modo de reflexión os dejo una frase de la película “El guerrero pacífico”: 

¿Dónde estás? - Aquí. 

¿Qué hora es? - Ahora. 

¿Qué eres? - Este momento.

Nuria Azuaga

domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Podemos controlar nuestro estrés?

Atascos, falta de sueño, obras cerca de casa, fechas límites,… los estresores están a la orden del día. El estrés en sí mismo no es dañino. Es más, probablemente sin él no hubiésemos sobrevivido a los peligros de la naturaleza desde la prehistoria hasta nuestros tiempos. Su valor adaptativo es claro: nuestra presión arterial junto con la liberación de glucosa en sangre aumenta con el fin de aportar un plus de energía para afrontar el peligro, mientras que se ahorran esfuerzos por parte del sistema digestivo y el sistema inmunitario, que dejan de funcionar. De hecho, en ciertas circunstancias tener estrés es beneficioso para nuestro rendimiento e incluso nuestra salud. Podríamos comparar el estrés con el chocolate: comerse una onza de vez en cuando es saludable y disfrutamos más de su sabor, ahora atiborrarse de manera frecuente nos producirá cuanto menos una indigestión.

¿Cómo podemos mantener nuestros niveles de estrés a raya? Lo primero que se nos ocurre es controlarnos, intentar tranquilizarnos cuando estemos subiéndonos por las paredes. De hecho es lo primero que nos dicen los demás cuando estamos estresados: “¡No te agobies, tranquilízate!”. Ok, fenomenal, tranquilizarme… ¡no se me había ocurrido! ¿Pero CÓMO?


     - ¿Respirando profundamente? Podemos llegar a hiperventilar y marearnos si no lo hacemos adecuadamente. Una correcta oxigenación del organismo implica tasas bajas de inspiración, volúmenes elevados de aire y respiraciones predominantemente abdominales. Cuando ya estemos hiperventilando se ha demostrado la eficacia de la retención de la respiración unos segundos con el fin de reiniciar el proceso.
     
      - ¿Evitando pensar en aquello que nos agobia? Primero habrá que saber si tenemos control en nuestros pensamientos. Para ello vamos a hacer un pequeño experimento con un pensamiento sin valor afectivo ni importancia relevante. Te voy a pedir que en ningún caso pienses en un oso blanco. Está totalmente prohibido que pienses en ese oso blanco hasta que acabes de leer este artículo. Recuerda: ¡NO PIENSES EN UN OSO BLANCO! Ahora bien, tratar de olvidar el problema o negarse a tomarlo en serio puede ser muy perjudicial puesto que nos impide afrontarlo y en algunas ocasiones la situación puede empeorar.

     - ¿Buscar ayuda o contárselo a alguien? Aquí ya vamos bien encaminados. El apoyo social es un factor amortiguador de los efectos del estrés. Aunque depende mucho de la calidad de esa relación. Los casados satisfechos son los que menor presión arterial poseen frente a los solteros y más aún que los casados insatisfechos. Ahora bien, tampoco se trata de depender totalmente de los demás en cada problema que nos surja ni cargar el muerto a otro, ya que podemos agotar a nuestro entorno. Es beneficioso proporcionar a su vez apoyo a los demás, ya que el sentido de utilidad contribuye a nuestro bienestar. 

A veces podemos pensar que cómo nos vamos a tranquilizar con todo lo que se nos viene encima. Los intentos de tranquilizarse se vuelven muchas veces infructuosos o pueden empeorar nuestro estado de sobreactivación. Recordemos que nuestra respuesta de estrés tiene un valor funcional, por tanto algo la habrá desencadenado. Dependiendo del tipo de estresor sería adecuado actuar de una u otra manera. Ante un problema debemos evaluar en primer lugar si es controlable o no. Si concluimos que la situación se puede controlar sería conveniente planificar soluciones y establecer un plan de acción para actuar directamente. Ahora bien, si la situación no depende de nosotros no vale la pena gastar energía, centrémonos en nuestra emoción: aceptarla, reevaluar la situación, distanciarse,…


En nuestra sociedad tan compleja muchas veces es imposible adivinar si algo se puede controlar o no, intentando controlar lo incontrolable. Por cierto, ¿Has pensado mucho en el oso blanco? Lo que ocurre es que mientras más evitas pensar en algo, más piensas en ello. ¿A quién no le ha pasado de tener una canción pegadiza en mente sin poder deshacerse de ella? Mientras más luchas, más te irritas y más te agotas. En estos aspectos la cultura budista nos lleva siglos de adelanto. En el próximo artículo desvelaremos algunos de sus secretos. Mientras tanto recuerda esta frase:

Una persona feliz no es una persona sin estrés. Una persona sin estrés es una persona muerta. Luego el estrés nos hace sentir vivos.

Nuria Azuaga