Mostrando entradas con la etiqueta Calidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Calidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de mayo de 2015

Implipadres en el Diario Sur :)

El pasado viernes se celebró la cuarta sesión mensual del Club de Infancia y Empresa, allí nuestro compañero de la AECSB Daniel Moscoso estuvo representando los servicios de Implipadres (Escuela de Padres) que llevan a cabo desde Nayade Psicólogos. Ayer, Daniel apareció en el Diario Sur, os dejamos el recorte del periódico con la noticia.‬ Nos alegra saber que fue una jornada fructífera y que supuso un rico intercambio de conocimientos entre todos los presentes.

viernes, 6 de febrero de 2015

Sobre la confianza


En el día a día de las relaciones humanas todos valoramos poder confiar en los demás; esto es así hasta tal punto que a menudo afirmamos "lo hago porque confío en él", "sé que me valora porque confía totalmente en mi" o "¿tú crees que lo haría si no confiase en ti?".

Le damos valor a la confianza, y no la otorgamos fácilmente: "si quieres que confíe en ti, me lo tienes que demostrar", es lo lógico, ¿no?. Las personas deben ganarse nuestra confianza, deben darnos motivos para confiar en ellas, porque no podemos ir confiando en cualquier persona ya que el precio a pagar por confiar en la persona que no lo merece es alto: esa persona puede decepcionarnos, puede dañarnos.

Así que nos aseguramos de que eso no pase no confiando a la ligera, estableciendo una suerte de criterios bajo los cuáles nos fiamos de alguien: si se comporta así, si dice aquello, si no dice lo otro, si se muestra auténtico, decimos. Pero claro, aún así puede suceder que esa persona nos decepcione, nos dañe, y ante eso la respuesta es clara: no tendría que haber confiado, ¡lo sabía!, nos decimos muchas veces. Y re-ajustamos nuestros criterios de confianza: la próxima vez estaré más atento, no tengo que confiar tan rápido, me lo tiene que demostrar más aún. 

Y solemos hacer todo esto persiguiendo algo: la ausencia de error, la certeza de que aquella persona en la que confiamos no nos va a decepcionar. Nunca. Jamás.

De esta manera nos encontramos a quién nos dice que, como se ha llevado muchos palos, ya no confía tan a la ligera; o quién nos cuenta que no se puede uno fiar de nadie porque tarde o temprano te toman por imbécil. 

Esto nos lleva a estar cada vez más atentos, a protegernos cada vez más, y a confiar cada vez menos, a que nuestra confianza sea más cara, más...escasa.

Teniendo todo esto en cuenta... yo os propongo una alternativa, un cambio radical (de raíz, en su origen).
Os propongo que la confianza sea una opción de la cuál vosotros, y solos vosotros, sois responsables. Os propongo, además, que asumáis la confianza como una elección totalmente voluntaria y, además, una elección de vulnerabilidad. 

Al confiar, os propongo que lo hagáis aceptando de base que el error es posible, es más, que el error es asumible. Que tengáis en cuenta que os merece la pena, o mejor dicho, que os merece el coste posible: que aquello por lo que elegís confiar es algo que valoráis lo suficiente como para estar dispuestos a equivocaros. Por favor, os animo a que no busquéis fortaleza ni seguridad en el hecho de confiar en alguien, ni busquéis confirmar expectativa alguna. Confiad, si queréis, y no confiéis si no queréis: pero si lo hacéis, abandonad las armas, bajad las defensas.

Al principio quizás os sintáis incómodos...es normal: estáis siendo vulnerables...pero no pretendáis sentir la hierba fresca bajo vuestros pies si camináis con botas para no magullaros con alguna que otra piedra.

Os lo pide alguien, de manera vulnerable, que tiene los pies algo cansados...y que no deja de disfrutar del camino.

José Olid
                                                                                                                                        Perfil de LinkedIn

domingo, 4 de enero de 2015

Evitar lo inevitable

Un exceso de trabajo, un dolor de cabeza, una ruptura sentimental, recibir una multa, el diagnóstico de una enfermedad… todas estas situaciones tienen algo en común: nos hacen sufrir, y no hay nada que odiemos más que el sufrimiento. En cuanto nos duele algo vamos corriendo a por unos analgésicos. Los avances en la medicina y en la tecnología nos han permitido comodidades significativas, lo que nos han vuelto, a su vez, menos tolerantes al padecimiento. ¿Pero qué podemos hacer cuando nuestro dolor no es físico? Existen innumerables emociones desagradables tales como la ira, la frustración, la tristeza, la culpa, la preocupación… Cada uno de nosotros hemos generado estrategias para esquivarlas tales como irse de copas para olvidar, tragárselo todo y hacer como si no pasara nada, pagarlo con el primero que podamos para descargar nuestro malestar… No nos engañemos, evitar padecerlas aliviándolas de cualquier manera las hará más intensas y tarde o temprano sufriremos mayores consecuencias negativas.  

¿Recordáis el ejercicio del oso blanco? Vimos como un pensamiento totalmente inocuo como es la imagen de un oso blanco puede ser muy persistente en nuestra mente. Intentar evitar pensar en él se convierte en una proeza que requiere un esfuerzo mental substancial de distracción continua. En cuanto nos relajamos el oso blanco (o el pensamiento desagradable) aparece de forma abrupta invadiendo nuestro descanso. ¿Cuántas noches sin dormir por un problema que nos rondaba en la cabeza del cual no podíamos deshacernos? Lamentablemente no podemos conectar y desconectar nuestra mente a nuestro antojo. Nuestros pensamientos sobre el pasado (p.ej. No debería haber hecho o dicho…) o sobre el futuro (p.ej. le estoy temiendo a mañana) nos están afectando en el presente impidiéndonos disfrutar del sueño, de la comida, del descanso y de nuestro tiempo libre. La persistencia y la continuidad de ese estado es lo que nos quema, no las emociones y pensamientos desagradables que van y vienen. 


¿Pero cómo debemos afrontar los malestares entonces? Muy simple: no haciendo absolutamente nada. Con esta noticia nos invade múltiples angustias: “¡No podré soportarlo!”. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que SÍ podemos y mucho más de lo que nos imaginábamos en un principio. Al tiempo que soportamos la tristeza, sabemos que ésta es pasajera, sólo debemos vivirla y elaborar nosotros mismos nuestros duelos personales. A medida que afrontamos las pequeñas dificultades nos vamos haciendo más fuertes para problemas mayores por el mismo mecanismo de las vacunas, inyectándonos una pequeña cantidad de veneno nos hacemos resistentes a él.  

Para los más escépticos de nosotros echaremos la vista a oriente en las enseñanzas budistas de más de veinticinco siglos de historia basadas en una actitud profundamente experiencial. Recientemente los estudios científicos han corroborado la eficacia de estas prácticas de meditación enfocadas en la observación directa de la mente y la realidad. La única crítica se refiere al elevado compromiso y disciplina que requiere su efectividad, por lo que quizás no todas las personas puedan beneficiarse de ella.  



¿Quieres probar sus beneficios? No hace falta que planees un viaje al Nepal, la ciencia te la trae cerca de casa. Probablemente hayas escuchado hablar de Mindfulness, traducido al español como atención o conciencia plena. Se trata de una práctica terapéutica muy extendida entre las Terapias de Tercera Generación que consiste en centrarse en el momento presente, en el aquí y el ahora, de modo activo y reflexivo con carácter no valorativo y renunciando al control. Al fin y al cabo vivimos ahora, en este mismo instante, el pasado pasado queda y el futuro ya vendrá. ¿Para qué amargarnos sobre lo que ocurrió o puede ocurrir? Nos estamos perdiendo la belleza de este momento, este instante. A modo de reflexión os dejo una frase de la película “El guerrero pacífico”: 

¿Dónde estás? - Aquí. 

¿Qué hora es? - Ahora. 

¿Qué eres? - Este momento.

Nuria Azuaga

domingo, 21 de diciembre de 2014

Pasamos durmiendo alrededor de un 36% de nuestras vidas, ¿le prestamos suficiente atención?

¿Problemas para conciliar el sueño? ¿Nos despertamos en mitad de la noche? ¿Incapaces para levantarnos de la cama por la mañana? ¿Arrastramos somnolencia durante el resto del día?

Dormir bien no significa dormir más horas, sino dormir las horas necesarias y que además el tiempo de sueño sea de calidad. El sueño es una actividad adaptativa, necesaria para la supervivencia. Aunque mientras dormimos tengamos la sensación de que en nuestro cuerpo no está ocurriendo nada interesante, lo cierto es que, el cerebro y las neuronas nunca descansan. De hecho algunas áreas del cerebro están más activas durante el estado de sueño que durante el estado de vigilia. 

Nuestro cuerpo nos pide horas de sueño para devolvernos a cambio toda una serie de beneficios, y sería una estupenda idea aprovecharlos. La mayoría de nosotros asociamos el dormir con la recuperación de la energía invertida por nuestro cuerpo durante el día. Pero… ¿sólo esto?... No, además de esto, durante el sueño tienen lugar dos funciones esenciales para nuestra supervivencia: el procesamiento cerebral, esto es el procesamiento de toda la información que hemos recopiladodurante el día, y la consolidación de la memoria, y no solo la fijación de la memoria y la evocación sino la mejora de la capacidad para dar soluciones novedosas a problemas complejos.

Dormir bien nos aporta toda una serie de beneficios: aumenta nuestra capacidad de atención y de concentración (mejorando probablemente nuestro rendimiento académico y laboral), mejora nuestra memoria, mejora nuestra capacidad para tomar decisiones, aumenta la creatividad, reduce el estrés continuado, está relacionado con el peso corporal(la falta de sueño parece dar lugar a la liberación de la hormona “grelina”, la hormona del hambre, haciendo que nuestro cuerpo sienta la necesidad de ingerir carbohidratos en exceso, y particularmente azúcar),  nos hace estar menos irritables (lo que posiblemente mejore nuestras relaciones sociales), fortalece el sistema inmunológico (reduciendo la probabilidad para contraer infecciones y enfermedades), y por supuesto, reduce nuestra tendencia a ingerir estimulantes (cafeína, tabaco, alcohol, cocaína…), ya que en el estado de vigilia, el cuerpo es capaz de funcionar sin la necesidad de estos.

Las personas pasamos alrededor del 36% de nuestras vidas dormidos, lo que significa que, si como promedio, vivimos alrededor de 90 años, los estudios apuntan a que pasamos alrededor de 23 años dormidos, lo que nos da una pista de la gran importancia del sueño.



Presentamos a continuación una serie de pautas comportamentales dirigidas a conseguir un sueño de calidad. Porque, recordemos: dormir bien no significa dormir más horas, sino dormir con calidad. Estas pautas comportamentales son conocidas como “pautas de higiene del sueño:

  1.  Horario regular. Intentemos en la medida de lo posible mantener un horario regular de sueño, acostándonos y levantándonos siempre a la misma hora. 
  2.  Evitemos siestas prolongadas. No más de 20- 30 minutos de siesta, y nunca por la tarde noche.  
  3. Evitemos sustancias excitantes. Evitemos ingerir sustancias excitantes (café, té, alcohol, nicotina…) especialmente durante la tarde o al final del día. 
  4. Cena ligera. Tomar una cena ligera, y esperar una o dos horas antes de ir a la cama. Esto supone cenar a una hora relativamente temprana, ya que no estaríamos realizando una correcta higiene de sueño si cenamos a las once de la noche y esperamos hasta la una de la madrugada para ir a dormir. tampoco es conveniente irse a la cama con sensación de hambre, podemos tomar un vaso de leche caliente (sin chocolate) o una infusión (sin teína) para favorecer la relajación antes de irnos a dormir. 
  5. Ejercicio físico. Realizar ejercicio físico por supuesto es importante, pero evitemos realizarlo a última hora del día, ya que activa el organismo. 
  6. Luz. La mayoría de nosotros antes de irnos a la cama visitamos nuestro baño,el cual suele estar bastante iluminado (al lavarnos los dientes, por ejemplo). Es recomendable reducir nuestra exposición a la luz por lo menos media hora antes de ir a dormir (ya que la luz aumenta los niveles cerebrales de alerta y retrasa el sueño). Usando luces tenues, por ejemplo, podemos tratar este aspecto. Ypor supuesto, debemos oscurecer la habitación donde dormimos al máximo. 
  7.  Cama sólo para dormir. No utilizar la cama para realizar actividades que impliquen actividad mental como comer en la cama, trabajar con el ordenador, ver la televisión, leer, escuchar la radioasí evitaremos asociar la cama con activación mental.
  8.  No esforzarnos en dormir. Quizás este punto pueda parecernos ciertamente extraño, pero cuando tenemos problemas para conciliar el sueño solemos esforzarnos para conseguirlo, tratamos de relajarnos, de concentrarnos en dormir, y al final terminamos angustiándonos por el hecho de no lograrlo. Pero es precisamente esta lucha por dormir lo que nos impide llegar a conciliar el sueño. Una estrategia para combatir esto es proponernos justamente lo contrario, propongámonos pasar toda la noche despiertos. Sería algo así como decirnos “de acuerdo, lo acepto, no puedo dormir, pues si lo que me espera es no dormir, pues no voy a dormir en toda la noche si hace falta”. Al hacer esto estamos acabando por completo con uno de los peores enemigos del sueño: el esfuerzo excesivo por dormir.

   Beatriz Sánchez Cabrera